La secretaria: Una posición indispensable en el mundo laboral
Freda Kelly tiene actualmente 72 años. Debería ser famosa y millonaria, puesto que fue la secretaria personal de The Beatles entre 1961 y 1971, durante once largos e intensos años. En esa década ella recibió y clasificó las miles de cartas que fans enamoradas de todo el mundo les escribían a John, Paul, George y Ringo; mantenía al día la agenda de Brian Epstein, el ocupadísimo manager del grupo hasta su prematuro fallecimiento en 1967 y del productor musical y quinto Beatle, George Martin, recientemente fallecido a los 90 años de edad. Sin embargo Kelly disfruta en su dignísima tercera edad de un anonimato que, de vez en cuando se rompe, como cuando se estrenó Good ol’ Freda (2013), un documental en el que ella cuenta cómo vivió esos años de vértigo contestando llamadas, tomando notas, ahuyentando periodistas y hasta haciendo las veces de confidente de estos cuatro músicos que alborotaron la cultura popular en los años 60s. Como ella, millones de mujeres -y algunos hombres- dedican su vida al trabajo de ser secretaria/o de artistas exitosos, empresarios, políticos, deportistas, personajes públicos o sencillamente hacen funcionar toda clase de oficinas, desde las más encopetadas y gerenciales hasta las más operativas o de campo. Y todas ellas son, en sus respectivos ámbitos, las profesionales más importantes porque manejan toda la información al detalle: fechas y horas de reuniones, números de teléfonos, direcciones electrónicas y direcciones reales. Si la secretaria falta una semana al trabajo, la oficina se convierte en un caos. Esa anónima importancia merece desde hace ya varios años, que se les celebre un día como reflejo del agradecimiento que se les debería brindar todo el tiempo.
“Secretaria, secretaria, la que escucha, escribe y calla” dice una conocida canción compuesta en el año 1976 por el músico español Juan Carlos Calderón y popularizada por el conjunto vocal Mocedades, muy popular en aquel entonces. La canción, muy bonita por cierto, concluye con los siguientes versos: “casi esposa, buen soldado y enfermera / y un poquito enamorada”. El tema, cuya protagonista es una abnegada secretaria que está secretamente enamorada de su jefe, describe en sus frases -más allá del romance manifiesto en la historia de la letra- algunas de las principales características de esta funcionaria, pública o privada, indispensable para cualquier oficina o negocio itinerante, de campo. Un empresario, un negociante, un político influyente no podrá moverse por el mundo si no tiene al lado a una eficiente, versátil, leal e inteligente secretaria que resuelva todo con rapidez, precisión y, sobretodo, mucha discreción.
Un secreto es aquello que, por razones muy íntimas o privadas, debe mantenerse oculto del ojo y la opinión pública. Guardar secretos, en ámbitos informales o en las relaciones interpersonales no laborales, es una de las cosas más difíciles de hacer. Existe una fascinación en el acto de develar, descubrir de manera imprevista aquello que alguien pretende ocultar. Hay también secretos que ocultan mentiras o engaños y descubrirlos puede traer como consecuencia liberar a una persona, o a un colectivo social, de una situación en la que se encontraba sometida, sojuzgada, maltratada o simplemente alejada de la realidad, creyendo algo que no es cierto. Tanto en las relaciones amorosas como en la vida política-empresarial de todo país, los secretos, al ser descubiertos, pueden destruir matrimonios, liquidar reputaciones y deshacer gobiernos corruptos. Pero cuando hablamos de secretarias, estamos hablando de guardar secretos profesionales.
La historia de las secretarias está estrechamente relacionada a uno de los inventos más extraordinarios del siglo 19: la máquina de escribir. En 1868 el inventor norteamericano Cristopher Latham Sholes patentó la primera máquina de escribir, cuyo prototipo había sido inventado, a su vez, por el inglés Henry Mill. La hija de Sholes, Lillian, es considerada la primera secretaria de la historia, debido a que fue ella la que se dedicó a comercializar y popularizar su uso, en conjunto con una de las hijas de Eliphalet Remington, el fabricante de armas que produjo los primeros lotes de máquinas de escribir y cuyo apellido se convirtió en identificación de estas primeras herramientas de tipografía mecánica.
El trabajo de una secretaria es vital para el desenvolvimiento ordenado y eficiente de toda oficina, grande o pequeña y, actualmente, debido a la diversificación de las actividades económicas, sociales y políticas que ha experimentado el mundo moderno, una secretaria ha trascendido la función de “tipear las cartas que les dicta el jefe” y se ha convertido en experta organizadora de eventos, planificadora de agendas de diversos tenores e importancias. Con todo ello, una de las principales características de las secretarias sigue siendo precisamente lo relacionado con la discreción.
El valor de una secretaria depende de la confianza que recibe de su(s) jefe(s) y en tanto ello, independientemente de la naturaleza de los secretos de oficina que deba guardar, es esta capacidad de mantener la confidencialidad, tanto hacia las otras áreas como hacia afuera, a nivel de su relación con la competencia, la que define si una secretaria es o no buena. Esto, por supuesto, sumado a las múltiples habilidades que debe tener una secretaria ejecutiva en estos tiempos como bien manejo de la tecnología, trato amable, conocimientos en idiomas y criterio para tomar decisiones encomendadas desde el despacho de su jefe directo.
Por eso el mundo del arte musical y cinematográfico ha encontrado un tema de ricos matices en esta cercana relación entre la secretaria y su jefe, en donde el hilo conductor más fácil de seguir es el del involucramiento sentimental, como la en canción de Mocedades -o en aquella de la cantante mexicana Daniela Romo, de 1983, titulada Pobre secretaria, compuesta por Miguel Bosé; pero que puede decantar en otra clase de relaciones. Por ejemplo, una película moderna que explota muy bien el tema de la secretaria es El diablo viste a la moda (The devil wears Prada, 2006), en la que Anne Hathaway hace el papel de una secretaria que trabaja para la exigente y explotadora editora de una sofisticada y muy rentable revista de alta costura, interpretada por Meryl Streep.
Entre 1978 y 1986 fue muy popular la serie cómica mexicana Mi secretaria, en el que un grupo de asistentes ponía de vuelta y media la oficina de Caritino Estudillo y Picoy, el atolondrado y renegón jefe que no soportaba cada vez que las secretrias se iban, en grupo, a los servicios higiénicos a conversar de sus asuntos personales en horas de trabajo. Lupita, la secretaria modelo, era la más eficiente y servicial, pero tampoco evitaba la tentación de relajarse en casi todos los capítulos. En el campo de las telenovelas, la relación sentimental entre la secretaria y su jefe es retratada, en tono de comedia, por la serie colombiana Yo soy Betty, la fea, de mucho éxito en nuestro país.
Sin embargo, el trabajo de las secretarias y su importancia en el mundo real es mucho más amplio y diverso que el de la simple señorita que termina enamorándose de su jefe. Hay oficinas que, literalmente dependen de la secretaria y las más eficientes pueden pasar vidas enteras en el cargo, por la extremada confianza y conocimiento que llegan a adquirir de las actividades de la empresa en general y de su jefe en específico. Por ello, cada 26 de abril -fecha que se instituyó en 1952 en EE.UU. por iniciativa de la Asociación Nacional de las Secretarias, y que en nuestro país comenzó a celebrarse recién desde 1980- las empresas agasajan a sus secretarias, desde las que trabajan con altos ejecutivos hasta las de jefes de mando medio, para agradecerles su abnegación, compromiso institucional y lealtad a prueba de balas.
La historia nos ha dejado también casos extraordinarios de secretarias. Por ejemplo tenemos a Gertraud Humps-Junge, más conocida como “Traudl”, la legendaria secretaria de Adolfo Hitler entre 1942 y 1945, que conoció de cerca al Führer, a quien consideraba un “buen jefe y una figura paterna”. Tras el suicidio de Hitler, Traudl fue arrestada e interrogada, para luego ser liberada al no ser autora de ningún crimen. O Helen Gandy, que fue la única secretaria que tuvo Edgar J. Hoover, jefe máximo del FBI, entre los años 1918 y 1972, es decir durante 54 años. Tras la muerte de Hoover ella se encargó de desaparecer todos sus archivos personales. Hoover la consideraba “indispensable”. En nuestro país quizás la secretaria más (tristemente) célebre sea Matilde Pinchi Pinchi, quien fue la persona de mayor confianza de Vladimiro Montesinos durante 2 años, entre 1998 y 2000, tiempo en el que vio desfilar y hasta entregó ella personalmente dineros oscuros en la sala del SIN, y que cuyas confesiones como colaboradora eficaz fueron fundamentales para desenredar la madeja de los delitos contra el Estado peruano cometidos en esa época por el asesor de Alberto Fujimori.
Interesante el artículo.
Feliz día a las secretarias de Derrama Magisterial. a seguir los pasos de “Traudl” y de Helen Gandy.