«Poner las barbas en remojo»: ¿Cuál es el origen de esta frase?
Cada vez que ocurre algo y, a consecuencia de ello, es necesario tener más cuidado para que no vuelva a darse tal situación ya que puede convertirse en una amenaza para la estabilidad o seguridad de la o las personas involucradas, se recomienda «poner las barbas en remojo». Las primeras imágenes mentales que se nos vienen a la cabeza al escuchar una frase como esta, de uso muy común entre nosotros, tienen mucho de caricaturescas: personajes que colocan sus largas barbas a remojar en un balde de agua, por ejemplo. El acto físico de poner las barbas a remojarse no tiene relación alguna con el sentido de este dicho, que buscar advertir a quien se dirige la frase que debe tener más cuidado, ser más diligente al momento de hacer o decir las cosas y así evitar mayores problemas. También se suele usar esta frase en contextos noticiosos o políticos, para denominar la actitud de repliegue que, a veces, ciertos personajes -por lo general cuestionados por su actuación pública- asumen una vez que son descubiertos en flagrante falla o actitud malintencionada. «Los dirigentes de múltiples federaciones pusieron las barbas en remojo luego de que aparecieran las primeras denuncias contra Joseph Blatter, mandamás de la FIFA durante décadas» dice una información, refiriéndose a que adoptaron una actitud expectante, de perfil bajo, ante las posibles consecuencias de este hecho que acaba de conmocionar al mundo del fútbol. Pero ¿cuál es el origen de esta graciosa frase? Aquí te lo contamos…
Comenzaremos diciendo que este dicho tiene una antigüedad de aproximadamente cinco siglos y que, según especialistas e historiadores de la lengua castellana, sí tendría relación directa con el acto de afeitarse, puesto que la admonición original rezaba de la siguiente manera: «Cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar». Como todos sabemos, los refranes surgen de la sabiduría popular a partir de metáforas que hacen uso de lo simple y cotidiano para ofrecer consejos con un contenido más profundo, que pueda usarse en otras situaciones de la vida.
En ese sentido, la referencia a «poner las barbas a remojar» cobra sentido puesto que en la antigüedad el acto de afeitarse tenía características muy diferentes a la actualidad, y era por demás complicado y doloroso, por la falta de jabones o cremas suavizantes y por el escaso poder de corte de las navajas, todo lo cual exigía una labor de reblandecimiento de la cara un rato antes de la operación de rasurado, por lo que el remojado de las barbas era fundamental para que el afeitado fuese bueno e indoloro. Eso explica también el uso del verbo «pelar» como sinónimo de afeitar, ya que en aquel entonces afeitarse la barba era equivalente al desplumado de las aves o el trasquilados de las ovejas. Si uno no quería sufrir por un afeitado doloroso, tenía que poner sus barbas en remojo. De ahí la relación metafórica entre el afeitado y el evitar problemas.
Sin embargo, hace relativamente poco tiempo hubo dudas respecto de este origen, asociado al incipiente oficio de la barbería. Surgió otra teoría que aseguraba que la frase «poner las barbas en remojo» haría sido producto de un error, uno de esos errores que se convierten en norma por el uso y el paso del tiempo. Según esta historia, la frase original sería «cuando veas las bardas de tu vecino quemar, pon las tuyas a remojar». En algún momento, se cambió el sustantivo «bardas» por «barbas» y el tiempo se encargó de hacer el resto.
¿Y de dónde sale esta versión de la historia? A diferencia del asunto de las barbas, este relato acerca de cuidarse si uno ve las bardas -es decir, las vallas que separan una casa de la otra- del vecino ardiendo, para que no pase lo mismo en la nuestra, sería producto de la imaginación de sus principales promotores pero no tendría sustento documentario, histórico o literario siquiera.
Tanto el diccionario de uso del español, de María Moliner, como el prestigioso y esencial Tesoro, de Sebastián de Covarrubias (1611), harían referencia al refrán que hoy nos ocupa con el uso de «barba» y no de «barda». Asimismo, existen textos en latín del siglo 18 que consignan frases como esta: “Barbam propinqui radere, heus, cum videris, prabe lavandos barbula prudens pilos” (que significa «Cuando veas afeitar la barba de tu vecino, ten la prudencia de poner la tuya a remojar»).
Por otro lado, también hallamos rastros de la expresión asociada a las barbas en clásicos de la literatura castellana, en obras del Arcipreste de Talavera (temprano siglo XV); o de Benito Pérez Galdós (finales del siglo 19). Mientras tanto, no existe ninguna referencia antigua del uso de la otra voz que incorpora el término “barda”.
Todo parece indicar, entonces, que aun sin saberlo, usamos correctamente la frase «poner las barbas en remojo».
Muchas gracias por el alcance del origen del refrán, se lo comentaremos con nuestros semejantes.
Excelente aclaratoria. Muchas gracias
No es excelente.. porque aunque cumple el objetivo…no es " poner las barbas en remojo… sino las bardas en remojo.
"Cuando veas las bardas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo"
Bardas= la cerca de tu casa.
Yo iba a decir bardas pero como parece que no está bien, mejor me callo e investigo un poco más.
Yo usaba como la mayoría la frase «poner las barbas en remojo» sin saber el origen de la frase por supuesto. Despues a muchos los corregí diciendo que no eran barbas sino bardas. Así que les agradezco por aclararme el asunto.
Aunque lo dicho funciona…..no es "las barbas de tu vecino"
es las "las bardas de tu vecino arder" , es decir la cerca.. pon las tuyas en remojo, porque se puede quemar tu casa…aunque la interpretacion de las barbas funcione.