La Toma de la Bastilla y el inicio de la Revolución Francesa
El mes de julio es especialmente importante para muchos países en el mundo, está marcado al inicio por la Independencia Norteamericana y para el Perú cada 28 de julio significa el Aniversario de la Patria. Pero existe un hecho histórico que determinó el rumbo que tomarían gran parte de los países occidentales por su impacto en lo que eran los gobiernos absolutos hasta entonces: La Revolución Francesa, el movimiento de reivindicación de la población que desencadenó grandes cambios y que definió las bases de la democracia y los derechos de los ciudadanos. Y todo empezó un 14 de julio con el levantamiento popular que logró la Toma de la Bastilla, considerado el símbolo de la opresión y absolutismo. Aquí examinamos un poco más los hechos sucedidos en 1789.
La Toma de la Bastilla ocupa un lugar muy especial y marca el inicio de los hechos que se sucedieron como una vorágine en la Revolución Francesa. Fue este acontecimiento el que desató un levantamiento popular cuya influencia formaría la estructura democrática de la mayoría de países occidentales desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días.
Después de la Toma de la Bastilla los episodios se sucedieron como originados por un efecto dominó y todos apuntaban a un único fin: el desbaratamiento del opresor y despótico antiguo régimen de los reyes europeos. Su importancia histórica quedó sellada como el símbolo del fin y la destrucción de un régimen monárquico en la vieja Europa y su transición hacia las democracias representativas y participativas que conocemos hoy en día.
Los historiadores han hecho hincapié en resaltar que, a pesar de que cuando la Bastilla fue asaltada esta solo retenía en su vientre a siete prisioneros, el simbolismo que este acontecimiento encierra es de una envergadura cuyos alcances son difíciles de imaginar puesto que, hasta ese momento, la administración de Francia había sido regentada por reyes que habían perdido toda noción de la realidad con respecto a las necesidades de la población. Una población que despertaba a nuevas y liberales ideas.
La hora de un cambio sustancial dentro de una colectividad que producía cada vez más intelectuales había llegado y una modificación radical era de carácter obligatorio.
Como ha ocurrido muchas veces en la historia, los grupos más informados concebían las ideas y se encargaban de que estas fluyeran hasta los sectores de la sociedad dispuestos a ejecutar y poner en tela de juicio las formas establecidas de gobierno. El remezón que significó tener acceso a las ideas de los intelectuales para la vieja configuración y disposición de los diferentes sectores dentro de la comunidad, fue inimaginable por quienes dirigían un gobierno que vivía con los ojos completamente cerrados al estado objetivo de la realidad.
Históricamente, la Toma de la Bastilla ocurrió un 14 de julio de 1789, día en que las fuerzas revolucionarias que emergieron en circunstancias de profundo descontento y conflicto social, decidieron poner fin a una absurda existencia dentro de un régimen que se desmoronaba a causa de su propia desidia e indiferencia.
Pero, ¿qué cambios sustanciales trajo consigo la Toma de la Bastilla además de la expulsión de los odiados reyes de Francia? El cambio más importante que este histórico día representa para el mundo occidental reside en el paso de un régimen que tenía a la cabeza al rey, gobernante de cuyas órdenes y estados de ánimo dependía el destino de los intereses nacionales, hacía a un gobierno que estableció los tres poderes del Estado sobre los que se cimienta la democracia como la conocemos en nuestros días: Poder Ejecutivo, Poder Judicial y Poder Legislativo.
Sin la construcción de una democracia que se fundamentara sobre estos tres poderes hubiera sido muy complicado que la nueva forma de administración, que veía por primera vez la luz, hubiera tenido alguna posibilidad de éxito.
Tal vez desde un punto de vista de corte político y militar, el episodio de la Toma de la Bastilla no fue todo lo trascendente que los románticos defensores de la revolución hubieran deseado, pero sin duda fue un evento esencial desde una perspectiva ideológica y como desencadenante del cambio más importante acontecido en las formas de gobierno del mundo en los últimos doscientos cincuenta años.
Para que Francia consiguiera una administración sin revueltas, acontecimientos violentos y sobresaltos, tuvieron que pasar muchos años. Las luchas internas por el poder en el período de transición fueron de una naturaleza sin duda venenosa. Robespierre y Danton se disputaron el poder de una manera feroz y cruenta hasta que finalmente perecieron ambos a causa de las ideas recalcitrantes y radicales de uno y de la naturaleza inalterable, idealista y llena de hedonismo de la personalidad del otro.
La Toma de la Bastilla es, sin lugar a dudas, el momento más importante dentro de la formación de las democracias representativas y participativas en las que vivimos hoy en día. No debe confundirse, ni empañarse por el actual estado del poder corrosivo de la corrupción dentro de la administración estatal porque con el origen y la esencia de los cambios que sucedieron a este hecho histórico, pináculo de todas las ideas de la libertad individual, se produjo la formación del pensamiento que derivó en la declaración de los derechos humanos y el paso a una forma de gobierno, que si bien es cierto no es perfecta, es menos injusta que la antigua monarquía.
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