¿Y quién fue Sebastián Salazar Bondy?
En los últimos años, quizás ya podamos hablar de dos o hasta tres décadas atrás, la palabra «intelectual» ha cambiado de sentido para las masas consumidoras de medios convencionales. Lo que antes generaba respeto y admiración en contextos populares o no profesionales hoy es visto de reojo, casi con desprecio, por el dominio absoluto que la vulgaridad y la farandulización de prácticamente toda actividad, inclusive las académicas. El intelectual ha sido reemplazado -en esquemas laborales y actividades productivas tanto académicas como operativas- por el especialista, y la figura de aquella persona capaz de saber de todo un poco y tener talento para producir cosas valiosas desde el punto de vista humanista (conceptos elevados, obras de arte, análisis profundos, entre otras cosas) se ha desprestigiado hasta el punto de convertirse en algo que muy pocos desean ser, puesto que no asegura el éxito material, la fama, la acumulación de cosas. En otras épocas no fue así. Si bien es cierto ser un intelectual no era necesariamente sinónimo de ser rico y poderoso, sí era garantía de respeto y admiración tanto entre sus pares como entre el público general, que reconocía el valor y el esfuerzo involucrados en la construcción de la intelectualidad, no como característica que permite mirar a los demás por encima del hombro, sino como alguien en quien se puede confiar al momento de buscar información, guía, orientación sobre determinados temas. Hoy recordamos a uno de los más grandes intelectuales de la llamada Generación del ’50, el escritor, periodista y filósofo Sebastián Salazar Bondy.
Sebastián Salazar Bondy nació en Lima, el 4 de febrero de 1924. Dotado de una curiosidad innata, comenzó a publicar sus primeros escritos a mediados de la década de los años 40s, dejando huellas indelebles en diversos géneros de la literatura peruana y en las generaciones posteriores de narradores, poetas y ensayistas. Considerada una de las plumas más lúcidas y prolíficas de la llamada Generación del ’50 (a la que también pertenecieron Julio Ramón Ribeyro, Juan Gonzalo Rose, Carlos Germán Belli, Enrique Congrains, Mario Vargas Llosa, entre otros notables), falleció de manera subrepticia a los 41 años de edad y dejó un inmenso legado de textos que han sido recopilados para su estudio en más de una ocasión.
A los 13 años (1937) la revista Palabra publica uno de su poemas: Canción antes de partir. A la edad de 14 años (1938) publica algunos de sus poemas en la revista de su colegio San Agustín, El mundo agustiniano. A los 17 años (1941) ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y dos años después publicó su primer libro de poemas, titulado Rótulo de la esfinge; y meses después otro con el título de Bahía del dolor. Sin embargo, Sebastián no consideró nunca estas obras como parte de su bibliografía oficial, quizás por las inseguridades propias de la edad a las que las produjo.
Su producción poética se enmarca en la década de los 40s, con gran actividad literaria y publicaciones que lo colocaron en la cúspide de la intelectualidad limeña. Junto con su hermano Augusto, un año menor que él, se hicieron también conocidas sus tertulias filosóficas, pues ambos estudiaron el oficio del pensamiento en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Augusto, célebre por su trabajo como educador -fue vicepresidente de la Comisión de Reforma de 1972- finalmente fue quien más desarrolló la filosofía en su actividad intelectual mientras que Sebastián destacó como periodista, narrador y ensayista, preocupado por desentrañar los secretos de la relación entre la capital y sus habitantes, antecediendo al pensamiento de José Matos Mar, uno de sus colegas más entusiasmados con sus planteamientos sobre la urbe y sus problemas.
En 1956, participó en la fundación del Movimiento Social Progresista (MSP), junto a su hermano Augusto, Santiago Agurto Calvo, Alberto Ruiz Eldredge, Francisco Moncloa, José Matos Mar, Nicomedes Santa Cruz, Abelardo Oquendo y Jorge Bravo Bresani, entre otros. Este movimiento intelectual y político de filiación izquierdista incluso participó en las elecciones presidenciales de 1962 -su candidato fue Ruiz Eldredge- y Sebastián Salazar Bondy apoyó esta candidatura fallida con encendidas críticas al statu quo y artículos de análisis en la revista oficial del MSP, Libertad.
Lima, la horrible (1964) es, de lejos, la obra más conocida de Sebastián Salazar Bondy, publicada originalmente en México. En este ensayo se nos revela la profunda preocupación del autor por la vida urbana y sus contradicciones, y es hasta ahora un clásico que combina crónica periodística con sociología, de vigencia apabullante. «Lima la horrible es una critica a la idiosincrasia limeña de mitad del siglo XX, en la que acuña el término «arcadia colonial» para referirse al recuerdo de la época colonial como una era de grandeza sin percatarse que hay más historia previa»(Renzo Farje, investigador). Su trabajo como gestor cultural, por sus aficiones al teatro y a la pintura, es hasta hoy recordado por la cada vez más pequeña minoría interesada en asuntos de elevación humanista e inteligencia a prueba de balas.
La muerte de Sebastián Salazar Bondy es digna de una narración literaria, ocurrida el 29 de junio de 1965. Así la cuenta el recordado periodista Francisco «Paco» Igartúa, quien lo llevó a trabajar en Oiga, la legendaria revista de análisis político que fundó tras su salida de Caretas. Salazar Bondy, que había paseado su pluma por La Prensa y el suplemento Dominical de El Comercio en los años 50s-60s, encontró en este trabajo su mejor vehículo de expresión periodística. Dice Igartúa: “Cayó aquí. En la mesa de al lado, en su escritorio, el que fue suyo desde la fundación de Oiga. Cayó sobre esta máquina de escribir al terminar este renglón: “¡Qué linda sería la vida si tuviera música de fondo!”. Auxiliado por sus compañeros de trabajo alcanzó la calle. Allí le vino el vómito de sangre, luego a su casa, al hospital, la operación desesperada e inútil. Cayó luchando con su arma al lado: la máquina de escribir. Cayó en una trinchera de Oiga, su última trinchera” (Oiga Nro. 132. 9.7.65. p. 18). El escritor tuvo un fuerte ataque al hígado que lo sorprendió en la redacción de la revista mientras preparaba un poema y una obra de teatro.
«La noticia de su muerte -dice el historiador periodístico Juan Gargurevich- sacudió a Lima y su entierro fue multitudinario. Las notas periodísticas lamentando su desaparición se sucedieron en diarios y revistas hasta sobrepasar el centenar. Todos se sintieron obligados a decir algo. José María Arguedas era el director de la Casa de la Cultura en esa época y no halló mejor manera de rendirle homenaje que llevar sus restos a su local, en la plazuela San Francisco, a una antigua casa colonial restaurada (hoy el Tribunal Constitucional)… Delante de su féretro hablaron Alberto Ruiz Eldredge, por el Social Progresismo; Abelardo Oquendo y José Miguel Oviedo, por sus amigos; Alberto Tauro del Pino, por la Biblioteca; Estuardo Núñez, por San Marcos».
En 1967, en Lima, el Patronato para la Publicación de las Obras de Sebastián Salazar Bondy y Francisco Moncloa Editores S.A. comenzaron a publicar las Obras de Sebastián Salazar Bondy, cuyos derechos estaban en poder de su viuda, Irma Lostanau de Salazar. Entre los miembros del l Patronato destacaban personalidades como Jorge Basadre, José Luis Bustamante y Rivero, José Matos Mar, Juan Mejía Baca, Luis Miro Quesada Garland, Abelardo Oquendo, Fernando de Szyszlo, Mario Vargas Llosa, entre otros. La colección se organizó en seis tomos, de los cuales se publicaron tres hasta el año 2010. En 1990 el editor Jaime Campodónico comenzó a recopilar los ensayos de Sebastián Salazar Bondy publicados en los diarios La Prensa y El Comercio y las revistas Caretas y Oiga. El plan editorial consistía de tres volúmenes, de los cuales sólo apareció el primero: Una voz libre en el caos, ensayo y crítica de arte. Hasta el año 2010 seguían sin publicar el segundo y el tercer volumen: Ensayos y artículos periodísticos sobre la realidad peruana; y Un ensayo y crítica literaria (teatro, poesía, literatura).
Excelente que nos hayan refrescado la memoria, sobre Salazar Bondy un insigne intelectual contemporáneo que tuvo nuestro país de quien nos debemos siempre sentirnos orgullosos (as).
Interesante reflexión inicial sobre el valor del intelectual en nuestros tiempos.Esta percepción que se tiene actualmente del intelectual es producto de la banalización de la cultura provocada a su vez por el pragmatismo y utilitarismo neoliberal. Diversos ensayos dan cuenta de este hecho en la cultura, entre ellos «La Civilización del Espectáculo» de Mario Vargas Llosa. En el Perú esta depreciación del intelectual es mayor por la televisión peruana, cuyos programas superfluos invaden la mentalidad del ciudadano peruano, restandole capacidad intelectual y aniquilando su capacidad crítica. Esto explicaría los resultados de las elecciones presidenciales en el Perú. En segundo lugar gracias a este pequeño artículo sobre la vida intelectual de Sebastian Zalazar Bondy, en mi caso personal, impulsa una decisión por urgar mas en la vida de este gran intelectual y encontrar en sus aportes una imagen del Perú de aquella época y sus implicaciones en el Perú actual.
Excelente ejemplo para la juventud que nos hayan refrescado la memoria, sobre Salazar Bondy un insigne intelectual contemporáneo que tuvo nuestro país de quien nos debemos siempre sentirnos orgullosas (os)
Estimada profesora Mallqui, buenos días:
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Saludos cordiales,
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