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principalmente a través del Programa
Ciudades Sostenibles (PCS).
-¿Cuál es su recuerdo más lejano
de sentir pánico de un temblor?
-Yo nací en San Luis de Cañete.
Nací y viví mi infancia en una casa
de adobe. En 1948 ocurrió un sismo
y los muros de mi casa se rajaron.
La verdad, son recuerdos duros de
mi infancia, cuando yo tenía 10 u
11 años, y es un temor que siempre
vuelve. Será por eso que a mí me
impactó muchísimo cuando en Huaraz,
estamos en setiembre de 1970, ocurrió
el terremoto que causó la muerte de
67 mil personas. Ese terremoto pasó
a la historia como el sismo más trágico
de las Américas. En tiempos más
recientes, las generaciones jóvenes
han visto horrorizados en Puerto
Príncipe, Haití, cómo los camiones-
volquetes repletos arrojaban las
víctimas a los fosas comunes. A mí
también esas escenas me dieron
mucha pena y me recordaron lo que
vi ese año en Huaraz. Sabe usted,
Huaraz es una especie de plato, donde
resume agua de los tres costados,
eso hace que esta ciudad tenga
suelo suelto y húmedo. Por eso, si
bien el epicentro del terremoto fue a
150 kilómetro, en el mar de Casma,
remeció el suelo y se trajo abajo
todas las casas de adobe en Huaraz.
Ocurrió a las 3 de las tarde. Cuando
sintieron el temblor, todos corrieron a
las calles. Y Huaraz tiene calles
antiguas, estrechas y los
tapiales de barro, y allí
murieron sepultados por
las paredes. Si hubieran
corrido a los huertos de
su casas no habrían
muerto. Esas imágenes
la tengo vivas en mi
La sociedad
peruana tiene una
deuda con las
familias de bajos
recursos por no
haberles ayudado
ni orientado dónde
ubicar y edificar
sus casas, cómo
enfrentar los
sismos y no perder
la vida o a sus
seres queridos,
nos dice el experto
Kuriowa.
memoria: cuando los tractores frontales
del Ejército hundían sus palas en el
barro o adobes derruidos y sacaban
ropa raída y cuerpos humanos. Esas
imágenes se conservan en mi memoria
como heridas abiertas.
-¿Cuándo definió su vocación por
la Geofísica?
-Aquí tengo que referir una cuestión
familiar. Mi abuelo nació en una ciudad
de provincia de Japón, y tuvo sus
ahorritos. En 1923 ya tenía sus cosas,
semillas de arroz y otras cosas, y las
tenía en el puerto Yokohama. En 1923
ocurrió el gran terremoto de Tokio
y Yokohama, y él perdió todos sus
bienes. Cuando terminé mi carrera
en la Universidad de Ingeniería, en
1959, me dije qué hago acá, buscaré
viajar. Me planteé estudiar Ingeniería
Sísmica, porque aquí hay mucho que
hacer. Recuerdo que era la primera vez
que Japón concedía becas y éramos
28 los postulantes. Postulé porque a
mí nunca me ha gustado pedir favores,
sino que un hombre debe merecer lo
que realmente se merece. Recuerdo
que el doctor Mario Samamé Boggio
me dijo: “A ver, tráeme tus certificados
para ver si estás en el tercio superior”.
Pedí mi certificado y me di con la
sorpresa de que había terminado como
el primero en mi promoción de 1959.
Entonces, el doctor Samamé me dio
dio una carta de recomendación en
tres cuartos de página para viajar a
Japón. Así fue cómo gané la primera
beca al Japón, y viajé en 1961 a
estudiar Ingeniería Civil.
-¿En Japón aprendió y ganó
experiencia para afrontar sismos?
-Bueno, muchas de las cosas
que he aprendido allá se han ido
transformando en tecnología que
ha servido a nuestro pueblo, a los
peruanos. Un ejemplo: el año 70
ocurrió el terremoto y yo hice un
recorrido por la costa y después por
la sierra. Para mí fue muy doloroso
ver Huaraz, Casma y Chimbote en
ruinas. Yungay y Ranrairca habían
desaparecido. Entonces, con todos
los antecedentes, ver aquello marcó el
rumbo de mi vida por estudiar junto con
mis ex alumnos la realidad geológica
y humana de esta parte del país.
Pero sabe usted, si nosotros hemos
producido algo que ha contribuido en
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REVISTA PEDAGÓGICA Y CULTURAL Nº 56 - 2011
la tecnología nacional para afrontar
sismos ha sido porque he trabajo
en equipo con mis ex alumnos, y lo
digo con mucha modestia, con mis ex
alumnos he aprendido mucho también.
Mire usted, durante 30 años he
dado mis servicios ad honorem,
desde 1970 a 1974 a la Comisión de
Reconstrucción del terremoto. En 1972
se fundó la Secretaría Ejecutiva del
Comité de Defensa Civil, mi labor fue
asesorar esta institución hasta 1998.
Año en que se fundó la Comisión
para la Reconstrucción del fenómeno
del Niño y que asesoré hasta 2001.
Entonces, después de 30 años de
estar trabajando así, mi esposa Gloria,
que me acompaña toda mi vida, me
dice: “Julio, después de 30 años, ya te
puedes jubilar” (risas). Pero yo quiero
resaltar un aspecto: uno solo hace
muy poco.
Después del terremoto del 70
me llevé cerca de 25 egresados
de la UNI. Estuvimos hasta fines
del 74. Allí preparamos los folletos
de reparación de 2,500 viviendas y
estudiamos las razones del colapso
de 1, 500 viviendas. Desarrollamos lo
que llamamos Perspectiva Albañilería
Confinada Chimbote 70. Y lo llamamos
así en reconocimiento a mis alumnos
y a la gente que perdió tanto en dicha
ciudad. Y mire usted, resulta que en
2008, en la XIV Conferencia Mundial
de Ingeniería Sísmica, en Beijing,
China –yo no me había dado cuenta-,
se consideró a la albañilería confinada
como el método más seguro, de bajo
costo y fácil de construir para resistir
sismos. También en la Universidad
de California, en 2006, toman el
método de albañilería confinada para
la reconstrucción del terremoto de
Pakistán 2005. Y mire, en el terremoto
de Chincha, construido bajo este
método, el 95% de construcciones no
sufrieron daño. Nuestro método se
está difundiendo.
-¿Acaso es lo que siempre debió
hacerse, proteger a la gente no
avisada o informada de cómo debe
afrontar un sismo?
-Nosotros, como sociedad peruana,
tenemos una gran deuda con los
que perdieron en el terremoto 70 y
los terremotos sucesivos. En 1970,
más de 60 mil casas colapsaron, se
vinieron abajo y causaron la muerte