11 de septiembre: Una fecha de triste recordación
Dos acontecimientos que marcaron la historia mundial se produjeron un día como hoy, en 1973 y 2001. Hace 41 años en Chile, el ejército comandado por el general Augusto Pinochet tomó por asalto la casa de gobierno y derrocó al presidente constitucional Salvador Allende, dando inicio al infernal gobierno militar que lideró con dura mano hasta 1990. En esa misma fecha, hace 13 años, dos aviones se incrustaron en las Torres Gemelas, conocidas como el World Trade Center en New York, en el ataque terrorista más impresionante de la historia de la humanidad. El impacto de las aeronaves destruyeron a aquel símbolo de la ciudad norteamericana más famosa del mundo y dejó un saldo impresionante de fallecidos (casi 3,000 personas) y toda una galería de imágenes terroríficas de desesperación, así como emocionantes historias de heroísmo de parte de los miles de rescatistas que trabajaron removiendo los escombros del ataque. Dos hechos inolvidables que hasta hoy tienen implicancias en la vida social, política y económica de los países en que se produjeron.
La insanía define al género humano. Guerras, atrocidades, abusos y ambiciones desmedidas, algunas digitadas desde aparatos gubernamentales y/o militares han torcido la historia de sociedades enteras, echando por tierra cualquier posibilidad de vivir en armonía y buena convivencia y obligando a la gente de a pie, al ciudadano común y corriente, a caminar siempre mirando de soslayo, con desconfianza, cuidándose las espaldas y temiendo a cada paso, por sus vidas.
En ese concepto podríamos resumir las razones que provocaron estas dos calamitosas experiencias de la historia de la humanidad: la extensa bibliografía que se ha publicado en torno a las conspiraciones y mentiras que se tejieron alrededor del popular político Salvador Allende, vigésimo noveno mandatario de Chile que había sido electo para el período 1970-1974, nos da una muestra de esa vocación por la traición que tienen los hombres sedientos de poder. El general Augusto Pinochet, en combinación con otros personajes cercanos a Allende, terminó bombardeando la Casa de la Moneda en aquel aciago 11 de septiembre, en pleno centro de Santiago de Chile, para dar comienzo a un régimen de terror del que nadie podía siquiera sospechar los niveles de corrupción y violencia que traería durante los años posteriores.
De igual forma, las impactantes escenas que dejaron boquiabierto al mundo entero, que vio en tiempo real como dos aviones cargados de combustibles y pasajeros se incrustaron en los edificios emblemáticos de New York, constituyen el ataque terrorista de mayor magnitud que se haya conocido. Inicialmente adjudicado a Al Qaeda (en español «La Base»), organización terrorista islámica fundada por Osama Bin Laden, este inolvidable atentado aéreo ha sido materia de las más variopintas -y no por eso menos interesantes- teorías conspirativas, muchas de las cuales apuntan a la aseveración de que se habría tratado de un «auto-atentado», planificado por la administración de George W. Bush, con la cual Osama mantenía vínculos comerciales desde hacía muchos años atrás.
Ambos hechos se recuerdan hoy en el mundo entero por su trascendencia histórica, pero son además dos muestras innegables de los extremos oscuros a los que puede llegar la ambición de poder, la delincuencia de cuello blanco, el terrorismo de estado o militar y las conspiraciones mediáticas, muchas veces urdidas desde las redacciones de los principales medios de comunicación masiva. Las controvertidas historias que publicó El Mercurio, por ejemplo, el diario más importante de Chile, acerca de actos corruptos de Salvador Allende; o la indiferencia de la cadena televisiva norteamericana CNN frente a los diversos estudios que demostraban cómo los edificios terminaron de derrumbarse por acción de explosivos y no por el calor generado por los aviones-bomba, son solo las puntas de los icebergs de una verdad aun no esclarecida del todo.
Y como toda historia tiene dos lados, no solo se recuerda el dolor, la muerte y la tiranía que se desplegaron en Chile y EE.UU. También quedaron en la memoria colectiva la valentía y dignidad de Allende, quien prefirió morir antes que rendirse frente a los invasores del ejército; o el heroísmo de las brigadas de policías y bomberos estadounidenses que se dedicaron a rescatar personas y remover escombros del World Trade Center. Historias positivas en medio de situaciones extremadamente negativas, vergonzosas para la humanidad.
Derrama Magisterial recomienda ver las películas Machuca (Andrés Wood, Chile, 2004) y Fahrenheit 9/11 (Michael Moore, Estados Unidos, 2004), que muestran una visión diferente sobre ambios hechos históricos.
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