Alfred Hitchcock: El maestro del suspenso

El cine, conocido como el séptimo arte, es una inagotable fuente de inspiración y de aprendizaje, sobre todo cuando pensamos en aquellas películas que nos estimulan a pensar, a desarrollar nuestra imaginación o a encontrarnos frente a situaciones insólitas que ponen a prueba nuestra capacidad de entendimiento, de reflexión y por qué no, nuestra valentía ante hechos que nos generan temos. El cine clásico tiene la particularidad de imprimir imágenes, personajes, frases y sensaciones en nuestro cerebro, algunas de las cuales pueden ser fundamentales en la formación del carácter y gustos futuros. Hoy vamos a hablar de una de los Maestros del cine de todos los tiempos, que trabajó con gran sofisticación e ingenio una de las emociones humanas más difíciles de generar a través de una manifestación artística: el suspenso. Con ustedes: Alfred Hitchcock.

Alfred Hitchcock fue conocido como el maestro del suspenso. Este apelativo se lo ganó a pulso este director de cine inglés, sin lugar a dudas, por la cantidad de películas en que lo inesperado jugaba un papel muy relevante al momento de contar la trama de la historia.

Hitchcock era capaz de mantener el interés de tal forma que el desenlace final de sus películas siempre dejaba sorprendidos a los espectadores, resultado muy complicado de conseguir en el cine.

¿Quién no recuerda, por ejemplo, La soga (Rope, 1948)? En esta película, este genio del celuloide hace uso de sus más exquisitos recursos cinematográficos para envolvernos con una historia de asesinato que se desenvuelve íntegramente en un solo lugar. Hay que tener mucha imaginación para mantener al público en constante expectación, sobre todo si los personajes no cambian de escenario en toda la película.

La esposa del maestro del suspenso contó, en sus memorias, que mucha de la inspiración de Hitchcock venía de las lecturas sobre crímenes que el director hacía, a diario, de los periódicos locales. Esta aseveración no es difícil de constatar después de ver El hombre equivocado (The wrong man, 1956), largometraje en que el director nos narra la historia real de un hombre injustamente culpado de un robo que no cometió y que está a punto de ser sentenciado a varios años de prisión.

Ese tipo de situaciones, en las que la suerte de un hombre cambia de un instante para otro, parecían ser la especialidad de Alfred Hitchcock, es así que la expresión “a Hitchcockian situation” o “una situación hitchcockiana”, se popularizó en la lengua anglosajona. Cary Grant, el famoso actor inglés, sufrió muchas veces a causa de la imaginación de Hitchcock, quien lo puso en muchos aprietos, o ¿no recuerda usted, Con la muerte en los talones (North by northwest, 1959)?, en la que un individuo que no tiene ninguna relación con el mundo del espionaje se ve envuelto en una conspiración internacional.

Alfred Hitchcock empezó su carrera como director en la era del cine mudo, época en la que las dificultades técnicas para realizar una película eran la mayor preocupación para los cineastas. Sin embargo, el realizador inglés logró siempre narrar historias de una manera muy peculiar, envolvente y atemorizante.

El advenimiento del cine sonoro no supuso un problema para Hitchcock, como lo demuestra su formidable película El hombre que sabía demasiado (The man who knew too much, 1956), cinta en la que utiliza el estruendo que hacen los platillos de una orquesta para apoderarse de la atención del público asistente a las salas de cine. Hitchcock era experto en combinar elementos y personajes simples que se encontraban envueltos en complejas historias con trasfondos que iban de lo político a lo psicológico.

La muerte siempre fue un elemento crucial en las historias de Hitchcock. Personajes involucrados, tanto de manera activa como pasiva, en asesinatos eran la constante en el cine del artista anglosajón. Ejemplo de esta afirmación es la magnífica Vértigo (Vertigo, 1958), fascinante historia protagonizada por James Stewart y Kim Novak. Aquí, el director nos relata la historia de un individuo cuya fijación por una mujer llega a ser tan fuerte que no recula en su intento por tener entre sus brazos al amor que él cree perdido.

Las aparentes situaciones de tranquilidad y paz, se veían siempre alteradas por agresores externos en los largometrajes del director con el perfil más famoso de todos los tiempos. Así por ejemplo en Psicosis (Psycho, 1960), un robo conduce al personaje principal de la película hasta un hotel donde han ocurrido eventos escalofriantes y la historia da un giro inesperado. Con el cine de Hitchcock no se podía estar nunca seguro sobre cuál iba a ser su resultado, esa era la característica más fascinante de sus guiones.

Continuó haciendo películas hasta su vejez, sin sentirse desfasado frente a las numerosas tendencias nuevas que se habían desarrollado en el séptimo arte, muchas de ellas surgidas a partir de la influencia de sus años dorados. Sin embargo, con uno de sus últimos proyectos, Hitchcock demostró estar en forma y tener mucho que enseñar a sus jóvenes pupilos. Con Frenético (Frenzy, 1972), película sobre un asesino en la ciudad de Londres, este eximio cineasta inglés dejó a todos con la boca abierta. Había sido capaz de asustar a la audiencia nuevamente como lo hizo con muchas de sus anteriores cintas. De todas formas eso es lo que el público deseaba, como decía Hitchcock: “A las personas les encanta pagar para que las asusten en las salas de cine.”

Alfred Hitchcock falleció un 29 de abril de 1980 en los Estados Unidos, pero su legado no se ha extinguido, al contrario somos todos hitchcockianos o ¿quién no se ha visto envuelto alguna vez en un malentendido?

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