Bruno Dumont: Un cineasta fuera de lo común en el Festival de Cine de Lima

Bruno DumontLos medios convencionales nos han acostumbrado a creer que todo en el cine debe ser superhéroes, efectos especiales, comedias románticas o las «comedias» peruanas simplonas (tipo Asu Mare o Japy Ending) en las que el mismo grupo de personajes se juntan para hacer lo que hacen todos los días en otros medios, programas y sketches. En ese camino, gran cantidad de gente ha perdido el interés por interactuar con otro tipo de cine, quizás menos espectacular en cuanto a la estimulación de sentidos pero sí más potente y rico en cuanto a la generación de sensaciones, no todas agradables quizás, pero sí estimulantes a nivel conceptual. Un representante de ese cine estuvo en Lima, como invitado especial del Festival de Cine que se llevó a cabo en nuestra capital. En la edición del viernes 15 de agosto del diario La República, la periodista Maritza Espinoza le realizó esta interesante entrevista a Bruno Dumont, director francés ganador en dos oportunidades del Festival de Cannes y heredero de grandes nombres del cine artístico como Bergman, Pasolini, Bresson, entre otros.

La República: Has comparado al cine con una forma de meditación espiritual, igual a una exposición de arte, pero las mayorías lo consideran un entretenimiento. ¿Cómo conciliar ambas cosas?

Bruno Dumont: En realidad no existe contradicción. El cine puede ser algo profundo y al mismo tiempo una distracción. No porque sea meditación tiene que ser algo pesado.

LR: ¿El cine sirve para la reflexión?

BD: Yo no me considero un intelectual. El cine intelectual me aburre muchísimo. La última película que he hecho es una comedia, pero incluso en la comedia veo algo profundo. Hay que darle a los espectadores algo que sea trascendente, enaltecedor.

LR: ¿Tomas en cuenta el gusto del espectador al crear tus películas?

BD: No hay que tomar en cuenta el gusto del espectador. Todos los grandes autores, como Marcel Proust, cuando escribía, no pensaban en los lectores. Si uno se pone a pensar en los espectadores, está haciendo algo industrial y eso se llama marketing.

LR: ¿En qué pensar, entonces?

BD: Se tiene que pensar en un tema, en un sujeto y filmarlo lo mejor posible. Entonces, el espectador estará agradecido y lo verá. La mejor manera de tomar en cuenta a los espectadores es no pensar en ellos. Como tengo mucha estima por el espectador, hago un esfuerzo por no pensar en él cuando voy filmando una película.

LR: Industria y marketing, tal como lo dices, suenan a malas palabras.

BD: Sí, porque el cine, desde mi punto de vista, es un arte y está en colisión con el comercio. Hay que entregarse en cuerpo y alma para hacerlo. Yo creo que la gente necesita del cine para reflexionar y meditar acerca de los distintos temas de la vida, como el amor y otros.

LR: ¿No puede ser solo entretenimiento?

BD: El cine es realmente importante y no lo digo desde un punto de vista arrogante: no puede ser solo una distracción comercial. A veces, cuando uno ve ciertas películas, se pregunta cuál es el objetivo, y muchas veces el objetivo es solo fabricar dinero, y eso no me interesa.

LR: Aun con la intervención del dinero, ¿no hay películas del circuito comercial americano que puedas rescatar?

BD: Es un cine que no me interesa y no estoy bien situado para hablar de eso: no las veo, estoy ocupado por mis películas y trato de hacerlas lo mejor que puedo. Si la gente está contenta, vale, pero no me pidan hablar de eso.

LR: ¿Qué tanto el ser filósofo ha influenciado en tu creatividad como director?

BD: Totalmente. Yo no estuve en una escuela de cine: estudié filosofía. Considero que el cine tiene una utilidad filosófica. Es un instrumento filosófico muy poderoso para analizar la condición humana, la mía, la tuya, y sirve para explorar mejor la naturaleza de las cosas, el misterio de la vida humana.

LR: ¿Qué se siente ser un director de cine de culto?

BD: No me considero un director de cine de culto. Estoy muy nervioso cuando comienzo una película. Tengo la impresión de ser un director frente a su primera película. Cada vez que hago una película, siempre tengo miedo. Nunca estoy seguro de nada.

LR: ¿Qué te causa esa inseguridad?

BD: Es un arte muy difícil. Tengo miedo de no haber escogido bien al actor, de cometer errores en la dirección. Es muy complicado el cine. Es necesario que la historia sea buena, que los paisajes estén bien escogidos. Rodar una bella escena no es difícil, pero hacer una bella película sí que lo es. Siempre me siento muy frágil frente a la dificultad.

LR: Una frase tuya me impactó: lo sagrado es lo real. ¿Puedes explicarla?

BD: Yo soy originario del norte de Francia y me siento muy cercano a los pintores de la escuela flamenca primitiva. Ellos no son como los pintores italianos que pintan lo ideal o el cielo. Cuando pintan a la Virgen María, ella está en un paisaje flamenco, porque piensan que el más allá es lo que nos rodea, y yo formo parte de esta tradición.

LR: ¿Cómo se expresa eso?

BD: Creo en los paisajes, creo en la gente, en los individuos, no exactamente en la belleza, creo que la belleza se revela. Es una tradición filosófica totalmente flamenca y me siento totalmente cómodo dentro de esta corriente, a la que pertenece el pintor holandés (Pieter) Brueghel. Mientras que Hollywood es la tradición griega, yo soy más bien flamenco.

LR: ¿Por eso prefieres trabajar con gente de a pie antes que con actores profesionales, aun cuando muchos de ellos pagarían por trabajar contigo?

BD: Eso depende de los sujetos. La selección se hace en función del sujeto, del tema. Si voy a hacer películas de campesinos, no voy a escoger actores profesionales. Cuando hice Camille Claudel, lo hice con Juliette Binoche, porque para hacer de una artista necesito una artista y para hacer de un obrero necesito un obrero.

LR: Eso es el naturalismo extremo…

BD: No necesariamente. Mis películas no son en absoluto naturalistas. Soy más bien un cineasta surrealista. Nada que ver. Mis películas no tienen nada de sociológico. Mi próxima película la voy a hacer con profesionales. Tampoco soy dogmático.

LR: ¿Qué sientes que quedará de tus películas al final?

BD: Es difícil para mí darte una respuesta. En todo caso, creo que quizás la sinceridad con que las hago. Yo hago artesanía; trabajo como un artesano. Eso es todo.

Bruno Dumont nació en Bailleul, al norte de Francia, hace 55 años. Estudió filosofía, pero sintió pasión por el cine desde niño. En Bailleul rodó sus dos primeras películas: La vida de Jesús (1997) y La humanidad (1999). Ha hecho siete filmes, considerados muy vanguardistas, y dos de ellos ganaron el Gran Premio del Jurado de Cannes. Está en el Perú como invitado de honor del 18° Festival de Cine de Lima, que hará una retrospectiva de su filmografía.

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