Comprendiendo el Currículo: Principios Educativos-Creatividad e innovación
Continuamos con nuestro análisis de los principios educativos, es decir, de las bases que sustentan -o deberían sustentar- el perfil de nuestro sistema de enseñanza-aprendizaje con el objetivo central de formar ciudadanos íntegros que aseguren el desarrollo y prosperidad de nuestro país. En esta oportunidad nos referiremos a dos conceptos que, en general, están asociados a lo positivo pero que también pueden ser usados, y de hecho lo han sido en las últimas décadas, para actividades opuestas al bien común, el logro de objetivos comunes para la sociedad, etcétera. Estamos hablando de la creatividad y la innovación. ¿Quieres ver más? Ingresa a esta nota:
¿Qué significa ser creativos? Significa que cada uno de nosotros tenga la capacidad de producir ideas propias, que escapen -ligera o ampliamente, dependiendo de los niveles de creatividad de cada individuo- de las ideas generales que se tiene sobre un hecho o actividad, tanto del saber cultural y artístico como del quehacer cotidiano, personal o incluso en el ámbito noticioso. Los grandes creadores son, por antonomasia, los artistas (músicos, pintores, diseñadores, escritores) capaces de inventarse mundos paralelos, generar atmósferas y estados de ánimo, producir frases o melodías que conecten con el gusto de las mayorías.
¿Y qué es ser innovador? Pues tiene relación estrecha con lo anterior, pero más orientado al campo de la acción que produce resultados diferentes -y, por lo general, inesperadamente mejores en cuanto a las ganancias- en campos laborales, empresariales. La innovación, en términos empresariales/económicos, resulta de la aplicación de una idea creativa con fines comerciales y cuyos resultados sean positivos aun cuando se pensaba que no lo serían tanto. Esto, por supuesto, también tiene un componente de la personalidad de cada individuo (qué tanto me atrevo a proponer ideas creativas en sociedades conservadoras) y de la oportunidad que el entorno brinda para ser creativo e innovador.
Ambos conceptos se han convertido en tema reciente de análisis académico por sus connotaciones superficiales en un mundo moderno, en el que todo ya está dicho y hecho. ¿Se pueden inventar cosas de la nada, en la era de la megainformación y el saber global contenido en la red cibernética que hoy domina el mundo de la información y el conocimiento? Sin duda hay espacios en los que la creatividad y la innovación se siguen aplicando (los adelantos científicos y tecnológicos son la mejor prueba de ello) pero mucho de su desarrollo actual tiene también que ver con la aplicación y adaptación de conocimientos ya existentes previamente. Por lo que ser creativo/innovador se está convirtiendo más en una técnica (cómo hacer las cosas para que funcionen, aplicando lo que se ha hecho antes y sus variantes) que en un hecho de iluminación o capacidad espontánea.
Por ello la educación que se orienta hacia la creatividad debe iniciarse desde la más temprana edad, para que cada estudiante vaya desarrollando aspectos como la imaginación, la capacidad para relacionar conceptos y situaciones, la posibilidad de expresar sus ideas sin temor a ser castigado o reprimido. Y a todo ello sumarle la adecuada y dosificada cantidad de información sobre el pasado antiguo (grandes creadores de la historia, el arte y la cultura) y sobre el pasado reciente (grandes empresarios del siglo 20, expertos en tecnología y desarrollo científico) para que vayan integrando estos bagajes con el funcionamiento de su propio cerebro y producir así, dentro de un mundo de cambio constante, cosas creativas/innovadoras.
Lamentablemente, la creatividad y la innovación tienen también su lado negativo: Muchas de las argucias usadas por diversos personajes del mundo para enriquecerse han tenido origen en un uso maquiavélico de la creatividad para aprovechar vacíos legales, inventarse leyes que favorezcan sus propósitos, elaborar sofisticadas estrategias para postergar a los que más saben y quedarse con los mejores puestos de trabajo, ya sea en el sector privado o en el público, que van en contra del desarrollo óptimo del mundo. Por eso es evidente que una educación para la creatividad sin una profunda formación en valores puede terminar formando una nueva generación de estafadores y profesionales que se posicionan muy bien sin tener nada que ofrecer a la sociedad, a la escuela, a la empresa.
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