Cultura: La historia de las joyas de la Casa Fabergé
Días previos a Semana Santa, aparecen por todas las tiendas y supermercados, los famosos Huevos de Pascua, tradición gastronómica asociada a diversas religiones ancestrales, sobre la base de que, una vez finalizados los crudos inviernos, el huevo era la única fuente de alimentación para los fieles. Los huevos adornados aparecen en la Edad Media, como una práctica de familias acomodadas. Con el paso de los años esta tradición se diversificó y actualmente, son muy conocidos los huevos de Pascua de chocolate, que por lo general contienen regalos en su interior. Pero hubo un tiempo en que estos huevos decorativos se convirtieron en artículos de lujo, gracias al trabajo de un creativo joyero contratado por la iglesia ortodoxa rusa. Nos referimos, desde luego, a los Huevos de Pascua de la Casa Fabergé, considerados hasta hoy uno de los objetos coleccionables de mayor valor histórico y monetario, con algunas de sus piezas valorizadas en millones de dólares. Conozcamos un poco su fascinante y amplia historia.
En 1885, el zar Alejandro III encargó al joyero Carl Gustavovich Fabergé que hiciera un huevo de Pascua para su esposa, la emperatriz María Fyodoreyna. Fabergé se inspiró en las colecciones reales danesas, país de nacimiento de la zarina. Tanto le agradó el huevo de Pascua al zar, que desde esa fecha, cada año, ordenaba que Fabergé haga un huevo de Pascua original y que este encerrará una sorpresa.
Así, Fabergé y su equipo de orfebres y artesanos comenzaron a diseñar los huevos de Pascua imperiales, inspirados en distintos estilos artísticos europeos, como el Barroco, el Rococó, el Neoclásico y el Modernista. Cada evento o conmemoración especial como por ejemplo, la coronación del zar Nicolás II, la terminación del ferrocarril Transiberiano o la celebración de aniversarios importantes contó con una pieza de esta lujosa artesanía, especialmente diseñada para la ocasión, lo cual hacía que su valor aumentara..
Además, hay huevos que en su interior guardan el yate imperial Standart, la catedral de Uspensky, el palacio de Gátchina y el palacio Alejandro en miniatura. Fueron creadas en total 69 joyas para los zares, la aristocracia y la élite industrial y financiera, pero solo se conservan 61.
Entre estos se han encontrado 52 huevos imperiales, más dos últimos que datan de 1917 y que nunca fueron entregados ni terminados a causa de la Revolución Rusa, uno de ellos es el de la constelación del Zarevich. Los restantes 8 huevos imperiales están perdidos o desaparecidos, dos de ellos se conocen porque han sido fotografiados en primer plano, otros tres fueron descubiertos en el 2007, gracias a fotografías de la vitrina de la zarina María Fyodoreyna. Y de los otros tres huevos no se tiene ningún documento visual.
Otros siete huevos de Pascua fueron encargados por Alejandro Ferdinandovich Kelch, dueño de minas de oro en Siberia, para su esposa Bárbara. Asimismo, personajes de la época como Alfred Nobel, príncipes, duques, entre otros de categoría no imperial que suman un total de 8 huevos.
Sin embargo la colección más famosa es la imperial, mandada a hacer por los zares rusos.
Los metales como el oro, platino, plata, cobre, níquel, paladio y acero, son algunos de los materiales que fueron combinados para crear las cáscaras de los huevos.
Fabergé utilizó también la técnica conocida como guilloché, un tratamiento de grabado superficial sobre el metal, que consiste en hacer ondas, estrías o cualquier otro dibujo, de un modo repetitivo y simétrico. Esto se podía hacer a máquina o a mano. Además, incluía minerales y rocas preciosas como el jaspe, la malaquita, la rodonita, el cristal de roca, el ágata, la aventurina, el lapislázuli, y el jade.
Las piedras preciosas como los zafiros, los rubíes y las esmeraldas fueron utilizadas para la decoración de los huevos o como sorpresa.
La fuente de inspiración de Fabergé provenía de los trabajo de los siglos anteriores. El esmalte translúcido era una técnica muy valorada en el siglo XIX, que requería de varias capas de esmalte que se secaba en el horno. En el siglo XIX se disponía solo de una limitada gama de colores, de modo que Fabergé experimentó y aumentó su paleta de colores hasta lograr más de 140 tonalidades diferentes. Uno de los más apreciados fue el esmalte de ostra, que variaba de color dependiendo la luz.
La mayoría de estos huevos de Pascua se exhiben en el Palacio Shuvalov de San Petersburgo, junto a otras piezas de arte, y se han paseado por varios museos del mundo como el Museo de Bellas Artes de Montreal, museo Hillwood en Washington y el Museo de Bellas Artes de Viena, entre otros.
Los huevos de Pascua de Fabergé están valorizados en 30 millones de dólares cada uno, así que tener o regalar uno de estos huevos de Pascua es exactamente un verdadero lujo.
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