En más de una oportunidad, el periodista deportivo Daniel Peredo manifestó que era "su sueño" narrar un partido de la selección peruana en un mundial. Durante años estas declaraciones eran tomadas a la broma, o como una falsa ilusión, pues los miles de peruanos seguidores de este popular deporte ya se habían acostumbrado a la no clasificación de la llamada "blanquirroja", merced de las tradicionales irresponsabilidades de sus principales figuras y de una crisis deportiva que era (y sigue siendo), en muchos aspectos, reflejo de la pobreza política, cultural, educativa y social en la que estamos enfrascados como país desde hace décadas.
Sin embargo, en las últimas eliminatorias se dio un fenómeno atípico en el fútbol peruano contemporáneo: un entrenador inteligente, que no aceptó jamás presiones, optó por deshacerse de los malos elementos, aquellos jugadores que instigaban al relajo y la desconcentración, motivados por esa equivocada percepción que tienen de sí mismos, que los lleva a verse como personajes del jet-set, merecedores de todo tipo de condescendencias y que llevaban al extremo la combinación de fama, frivolidad y arrogancia que viene siempre asociada a su estatus de jugadores "de élite", ya sea en medios locales o internacionales. Ese entrenador reunió y promovió una nueva generación de jóvenes jugadores y, antes de contaminarlos con esas malas juntas, los preparó y convenció de su responsabilidad deportiva. Y entonces ocurrió lo impensado: ayudados por un par de golpes de suerte, los once de Gareca clasificaron al mundial jugando buenos partidos. Todos esos partidos los narró y comentó Daniel Peredo.
Daniel Peredo Menchola sigue una tradición clásica de periodistas deportivos peruanos, que no se limitaban a decir cualquier cosa, sino que investigaban y contrastaban su información, matizándola con ampklios conocimientos de estadísticas e historias del fútbol. Por eso, y por sus emotivas -aunque algunos creen que eran exageradas- narraciones, en las que gritaba cada gol peruano como si fuera el último y apenas abría los labios para decir "gol" cuando eran en contra, se convirtió en el periodista futbolístico más popular de esta nueva generación de hinchas, que es una combinación de superficialidad cervecera con ilusión infantil. Peredo además escribía -lo hacía muy bien-, y realizaba profundos y sesudos análisis de las situaciones que rodeabana cada partido, con un nivel que superaba largamente al de los demás comentaristas de su generación.
Peredo vio acercarse la realización de su sueño. Pero, cuatro meses antes, el destino se puso por delante de él y decidió que no podría narrar esos históricos encuentros contra Francia, Dinamarca y Australia. Ni siquiera los amistosos que se han programado para la preparación. Un paro cardíaco tras una fuerte descompensación leocasionó la muerte, a los 48 años. Sus colegas periodistas deportivos, amigos cercanos y familiares siguen llorando su inesperado deceso. Situaciones como estas nos deben enseñar a nunca despreciar las señales que nos da el organismo, de que algo está fallando, maestros.