Educación emocional: Recuperando la esencia de nuestra profesión
En otros tiempos, existía una concepción muy clara y diferenciada de lo que uno aprendía “en casa” y “en la escuela”. Los niños comenzaban a asistir al colegio a los 5 años, por lo tanto ese primer lustro de vida lo pasaban en brazos de sus padres y hermanos mayores, en casa, jugando y descubriendo el mundo y sus fundamentos de la mano con una fuerte conexión emocional, lo cual aseguraba el desarrollo de aspectos relacionados a los valores, la buena crianza, el respeto a los mayores, y demás cualidades que hacían la diferencia entre un niño “educado” y uno “malcriado”.
Actualmente, los múltiples cambios sociales y económicos han hecho que las cosas cambien drásticamente, hasta el punto de que nuestros hijos dejan esa categoría para convertirse en alumnos desde los 2 años de edad y los padres, cada vez más ocupados por sus trabajos y desarrollos profesionales (en ámbitos urbanos semidesarrollados, desde luego), delegan a terceros esta etapa formativa elemental para su posterior crecimiento y la calidad de esa formación tercerizada dependerá de lo que esos padres de familia estén en capacidad de pagar. Por eso vienen surgiendo, en medio del debate educativo actual, algunas ideas “nuevas” que intentan centrar su atención en esta educación emocional para que sea lo suficientemente buena para seguir formando seres humanos y no únicamente competidores en esa carrera hacia el éxito en que se ha convertido nuestra vida. En este artículo, publicado originalmente en la web El País, se dan algunos interesantes datos al respecto:
La educación exige emociones
por Borja Vilaseca (editado de la web El País)
Los problemas que afrontan los niños y jóvenes de hoy sobrepasan las líneas de aprendizaje dentro del aula. En donde en vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido.
Según el experto en educación Ken Robinson “la educación no necesita que la reformen, sino que la transformen”, es decir, en vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los estudiantes descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les apasiona.
En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo.
Dentro de esta nueva lógica educativa destacan las siguientes bases a desarrollarse junto a los jóvenes que en el futuro aprenderán no sólo de la historia de la humanidad sino aprenderán a crecer con autoestima y confianza en sí mismos. Convirtiéndose en adultos conscientes, maduros, responsables y libres, con una noción muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida.
La educación emocional se enfoca en los siguientes aspectos:
Autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo.
Responsabilidad. Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida que se persiga.
Autoestima. El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir un propio camino.
Felicidad. La felicidad es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno.
Amor. En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.
Talento. Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido.
Bien común. Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad.
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