El Bósforo: Una maravilla natural en medio de dos continentes
El mundo, gracias a los medios de comunicación y la internet, es cada vez menos ancho y ajeno -contradiciendo el título de la conocida novela de nuestro compatriota Ciro Alegría- y, a un solo click, podemos ver en fotos y/o vídeos, hermosos lugares del planeta cuya importancia se ha mantenido vigente a lo largo de la historia, ya sea con fines de transporte marítimo, atajos para combates y desembarcos o como atractivo turístico, quizás el valor actual más rentable para cualquier país en tiempos modernos. El estrecho del Bósforo es uno de esos lugares de ensueño que existen desde hace centurias, por cuyas aguas han pasado toda clase de acontecimientos, algunos de ellos determinantes para la evolución del mundo como por ejemplo la batalla de Galípoli, durante la Primera Guerra Mundial, en 1915.
El Bósforo, ubicado estratégicamente en la zona norte de Turquía, divide al país en dos -al occidente es Europa y al oriente, Asia- fue vía de salida de las tropas aliadas durante esta batalla, conocida también como el ataque a los aliados en los Dardanelos, que es el otro estrecho, ubicado más al sur. Actualmente, el estrecho del Bósforo es uno de los principales atractivos turísticos de Turquía, como punto de simultánea separación y unión entre la zona oriental y occidental de Estambul -antes Constantinopla y Bizancio, cuna del imperio otomano y del arte bizantino- que ha integrado, a sus espectaculares paisajes naturales, infraestructuras modernas como los impresionantes puentes Bósforo y Fatih Sultan Mehmed, por donde navegan cruceros o el ferrocarril subterráneo que traslada a miles de turistas diariamente, haciéndolos pasar de un lado al otro de la capital turca.
Según la mitología griega, el nombre del Estrecho del Bósforo tiene que ver con una de las constantes infidelidades de Zeus. El siempre infiel dios tuvo una aventura con una de sus sacerdotisas y Hera, su esposa, descubrió el asunto y montó en cólera. El esposo infiel intentó proteger a su amante convirtiéndola en vaca, pero la diosa desairada lo descubrió y envió a un insecto de gran tamaño para que atormentara eternamente la existencia de la sacerdotisa.
La vaca, amenazada por el insecto gigante, huyó por toda Grecia hasta llegar a un lugar donde las costas del continente y Asia se acercaban hasta casi tocarse. La vaca dio un enorme salto y se internó en Asia dejando al tábano atrás. Desde ese momento, el lugar tomó el nombre de Bósforo o Paso de la Vaca. Sin embargo, para los turcos, recibió el simple nombre de Bogaziçi (garganta).
El Bósforo es una estrecha vía de agua que une el Mar de Mármara y el Mar Negro (30 kilómetros). La garganta, tal como lo denominan los turcos, tiene un ancho mínimo de 700 metros, lugar que hoy es fácilmente identificable por el enorme puente colgante Faith Sultan Mehmet (con más de 1,500 metros de longitud y una altura máxima de 64 metros sobre el nivel del mar) y la imponente figura del Castillo de Rumeli, una fortaleza que data del asedio que puso Constantinopla en manos turcas en 1453.
El Bósforo, hoy, es una avenida más de la ciudad. Una arteria de comunicación que a diario cruzan más de dos millones de personas a través del propio puente o por los transbordadores que unen los distintos barrios de la metrópolis turca. Pero también es un atractivo más para los que planean hacer un viaje a Estambul. Según avanzamos hacia el Mar Negro, los 30 kilómetros del estrecho se convierten en un verdadero espectáculo en el que se combinan fastuosos palacios (Yalis) construidos por la élite otomana durante los siglos XVIII y XIX, jardines exuberantes y pueblos encantadores con una variada oferta de restaurantes y hoteles.
Junto al Puente de Gálata (Eminonu) se encuentran los barcos que ofrecen cruceros por el Bósforo. Las travesías suelen durar unas dos horas (ida y vuelta) y va uniendo las diferentes localidades de ambas orillas del estrecho hasta llegar a las puertas del Mar Negro. Durante el viaje por el estrecho, se puede disfrutar de interesantes vistas de hitos de la importancia del Palacio de Dolmabahçe, el barrio de Ortakoy, el Castillo de Rumeli Hisari, los espectaculares Yalis (palacios de verano situados en ambas orillas) o los dos enormes puentes que cruzan el estrecho.
Fuente: El Diario.es
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