Fuegos artificiales y mascotas: Un tema para reflexionar

Fuegos artificiales y mascotasLas celebraciones de fin de año -asociadas a nuestra necesidad de cerrar y abrir ciclos permanentemente con la ilusión de que las cosas cambiarán de manera sustancial por el mero hecho de hacerlo- traen consigo alegría, ilusión y mucho ruido, socialmente justificado desde hace muchas décadas como una expresión de sincera algarabía por el fin de un año y el inicio de otro, independiente de lo bien o mal que nos haya ido durante esos doce meses. Este ruido general proviene de tres fuentes elementales: el murmullo creciente de los grupos sociales (familias, amigos) cuando hablan todos al mismo tiempo, la música a todo volumen de las fiestas (en casa o en algún local público) y sobre todo de los fuegos artificiales, esos aparatos detonantes que llegaron desde China aproximadamente en el siglo IX de nuestra era, y que en la actualidad son de una intensidad nunca antes oída, que produce efectos de lo más negativos en las mascotas. Veamos por qué y reflexionemos sobre este tema hoy, a dos días de que se termine el 2015.

Las noticias que reseñaron el fallecimiento de dos perros -un beagle y un bulldog- por paro cardíaco ocasionado por las explosiones durante la medianoche de Navidad, del 24 al 25 de diciembre, han vuelto a poner sobre la mesa este tema y, aun cuando se ha podido notar un leve retroceso en la cantidad de fuegos artificiales utilizados en zona urbana este año, lo más probable es que esta noche nuevamente tengamos que sedar, encerrar y ver cómo nuestras mascotas buscan algún lugar dónde esconderse por la exagerada compulsividad con la que se realiza esta “tradicional manera de despedir el año”.

Desde hace aproximadamente cinco o seis años, se viene difundiendo más y más información respecto de cómo afecta a los perros y gatos -animales domésticos por excelencia- el ruido provocado por los llamados “cohetones” y por qué tiene consecuencias tan graves no solo sobre su estado de ánimo sino que puede hasta ocasionarles la muerte, como en estos casos ocurridos en Lima la semana pasada.

Es una verdad científica que el sistema auditivo de los perros es mucho más sensible que el del ser humano. Y cuando hablamos de pirotécnicos, la proporción va de 1 a 40 veces. Esto significa que el fuego artificial que a usted le cause más sobresaltos por su potencia e intensidad, será escuchado por un perro o gato con una amplificación cuarenta veces mayor.

Esta situación se ha agravado con los años. La tecnología utilizada para esta clase de coheterías produce actualmente objetos detonadores con capacidad sumamente destructiva y no son pocos los casos de niños, jóvenes y adultos que han sufrido mutilación de dedos y hasta muertes por el uso indiscriminado y descuidado de estas cosas. Igualmente, hasta hace dos o tres décadas, si bien es cierto había productos con gran capacidad detonadora y ruidosa, no llegaba a los niveles actuales, en los que las celebraciones se convierten por momentos en una pesadilla para nosotros mism0s. Si consideramos la sensibilidad auditiva de los animales, no nos resultará difícil imaginar el terror que en ellos se puede generar al escucharlos.

El ser humano mentalmente sano tiene conciencia de sí mismo y entiende que, por muy ruidosos que sean los cohetones, estos no le causarán daño salvo que esté parado muy cerca de ellos. El perro, por el contrario, al escuchar estos estallidos siente miedo de morir, no entiende lo que está pasando ni tiene la menor idea de cuándo acabará. Y aunque está probado que los perros y gatos sí tienen memoria, no hay ningún caso en que la mascota termine acostumbrándose a este ritual que se repite cada doce meses, por lo que la angustia y miedo que estas detonaciones infunden en las mascotas es la misma cada fin de año.

Las diversas campañas informativas que han ido apareciendo, sobre la base de estas nuevas tendencias que buscan concientizar a la sociedad acerca del valor y respeto que merecen los animales, han hecho retroceder ligeramente el uso de aparatos pirotécnicos en zonas urbanas, para proteger la integridad emocional y física de las mascotas. Se espera que en unos cuantos años la adquisición de estas coheterías se convierta en una actividad mal vista socialmente, de forma que cada vez sean menos sus usuarios y así, perros y gatos puedan unirse a las celebraciones de Año Nuevo junto a sus familias y dueños, y no salir espantados como actualmente ocurre.

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