Ya en 1930, George Bernard Shaw lo proclamaba como «el más grande maestro del mundo», mientras que Aldous Huxley comparaba una charla de Krishnamurti con un “discurso” del Buddha. Pero el propio Krishnamurti era reacio a este tipo de etiquetas: «Yo no soy su maestro; ustedes no son mis discípulos. No hay autoridad ni gurú que vaya a llevarles de la mano hacia Dios o hacia el despertar. Cada uno es su propio maestro y su propio discípulo». Krishnamurti no representa a ninguna escuela de pensamiento (oriental u occidental), no habla de ideas, teorías o creencias, no se erige en gurú, sino que actúa como un faro que ilumina el viaje que cada uno de nosotros ha de emprender por sí mismo.
Krishnamurti señalaba la urgente necesidad de una apertura para este vasto espacio en el cerebro que contiene en sí una energía inimaginable. Krishnamurti siguió hablando hasta su muerte a los 90 años. Sus pláticas, diálogos y diarios están reunidos en más de 60 volúmenes. Cada libro se centra sobre alguna cuestión que tenga particular importancia y urgencia en nuestras vidas cotidianas. Para aproximarse al pensamiento de Krishnamurti es necesaria una actitud de alerta y de desnudamiento mental y emocional; para él, el ser humano en permanente búsqueda de seguridad, está atrapado entre el presente y el futuro, pero no sabe, no quiere afianzarse en lo que efectivamente es, el ahora.
“Crear un mundo nuevo”
A continuación se muestra parte de un texto extraído de un diario de Krishnamurti titulado “El libro de la vida”, en el que se resume en gran medida el motivo que principalmente impulsó a Krishnamurti a difundir su mensaje por todo el mundo: el deseo de liberar al hombre y al mundo.
Si hemos de crear un mundo nuevo, una nueva civilización, un arte nuevo, no contaminado por la tradición, el miedo, las ambiciones, si hemos de originar juntos una nueva sociedad en la que no existan el «tú» y el «yo», sino lo nuestro, ¿no tiene que haber una mente que sea por completo anónima y que, por lo tanto, esté creativamente sola? Esto implica, ¿no es así?, que tiene que haber una rebelión contra el conformismo, contra la respetabilidad, porque el hombre respetable es el hombre mediocre, debido a que siempre desea algo; porque su felicidad depende de la influencia, o de lo que piensa su prójimo, su gurú, de lo que dice el Bagavad Gita o los Upanishads o la Biblia o Cristo . Su mente jamás está sola. Ese hombre nunca camina solo, sino que siempre lo hace con un acompañante, el acompañante de sus ideas. ¿No es, acaso, importante descubrir, ver todo el significado de la interferencia, de la influencia, ver la afirmación del «yo», que es lo opuesto de lo anónimo? Viendo todo eso, surge inevitablemente la pregunta: ¿Es posible originar de inmediato ese estado de la mente libre de influencias, el cual no puede ser afectado por su propia experiencia ni por la experiencia de otros, ese estado de la mente incorruptible, sola? Únicamente entonces es posible dar origen a un mundo diferente, a una cultura y una sociedad diferentes donde puede existir la felicidad.
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