IN MEMORIAM: Javier Pérez de Cuéllar (1920-2020), peruano ejemplar
Esta mañana recibimos una noticia que pone de luto a la sociedad peruana, el sensible fallecimiento de un peruano notable. Javier Pérez de Cuéllar cumplió, el año pasado, 100 años de edad, y el mundo entero saludó su entereza al frente de la Organización de las naciones Unidas, liderando campañas que buscaban aliviar las tensiones en países del Medio Oriente en eterno conflicto. Nuestra institución quiere rendir homenaje a este personaje que representó al Perú en las más altas esferas diplomáticas en la defensa de valores como la tolerancia, respeto al otro y buena convivencia, valores que todos los maestros debemos estimular en las aulas a diario para que nuestra sociedad mejore. Que en paz descanse, don Javier, un peruano ejemplar.
En estas épocas, en que nuestra sociedad asiste al encanallamiento de las comunicaciones masivas en televisión nacional –acabamos de ser testigos del último atropello de un canal de señal abierta que pone de conductor a un personaje nefasto que agrede a una madre desesperada y sola, que atraviesa una tragedia- las pérdidas como la de don Javier Pérez de Cuéllar dejan al mundo de la academia y la política bien entendida, de esa que ya casi no existe entre nosotros, con una sensación mayor de desamparo, similar a quedarse huérfanos, en manos de padrastros insensibles, preocupados solo por la figuración, la farándula y el dinero.
Javier Pérez de Cuéllar es uno de los últimos representantes –el último, quizás- de aquella generación de mentes preclaras y justas para quienes el objetivo último de la vida no era la acumulación de títulos y/o poder, sino la posibilidad de que, estando en una posición privilegiada, dar lo mejor de uno mismo para mejorar, aunque sea parcialmente, una situación problemática frente a la cual el destino –y los méritos, por cierto- nos pone como encargados para la búsqueda de alternativas.
Vivir intensamente muchas veces no tiene nada que ver con andar en moto, gastando millones de dólares y caminando sobre alfombras rojas todos los fines de semana. Tiene que ver, como en el caso de este embajador y diplomático peruano nacido hace 100 años en Lima, con entrar en contacto con líderes mundiales y tratar de resolver sus diferencias, esas diferencias que a veces traen saldos trágicos: guerras fratricidas, bloqueos comerciales, muertes civiles, etc. E incluso sortear los ataques de la política nacional cuando se ve amenazada porque el diplomático de carrera global se acerca, aunque sea tímidamente, a sus predios locales. Como le ocurrió a Pérez de Cuéllar cuando intentó llegar a la Presidencia de la República, luego de dos periodos al frente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cargo que ejerció entre 1982 y 1991.
Si una persona fallece un mes y medio después de haber cumplido los 100 años de edad, no suena muy convincente mostrar sorpresa. Pero si esa persona ha trabajado siempre en defensa de valores positivos, nos nace una profunda sensación de admiración y agradecimiento. Porque son esos valores –tolerancia y respeto hacia la diferencia de nacionalidades, credos, opciones políticas y de otras índoles-, la buena convivencia y la paz mundial, los que nosotros los docentes debemos estimular a diario en las aulas para que las nuevas generaciones prefieran esos temas a la viruta farandulera, que tanto daño les hace a nuestro prójimo.
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