Instrumentos Musicales: La Batería
El aprendizaje de todo instrumento musical, desde la flauta dulce hasta el violín, el piano o la guitarra, conlleva a un primer período en que el estudiante solo hace ruido, tratando de dominar el instrumento que haya escogido, el que más le atrae a la sensibilidad e inteligencia musical. Hasta que aprenda a tocarlo con cierta solvencia, sus padres, vecinos y maestros tendrán que padecer las prácticas a toda hora y niveles de intensidad. Y de todos los instrumentos que existen, la batería es probablemente la que más dolores de cabeza produce en esta etapa de adiestramiento, por la enorme cantidad de objetos que es preciso golpear y golpear hasta hacerlos sonar correctamente, con ritmo y compás, y pasar del ataque irreflexivo al redoble preciso, del platillazo ensordecedor al manejo adecuado de acentos, ritmos, tonalidades y fuerza que se imprime a cada golpe de baqueta. La batería es un instrumento fascinante y que requiere un nivel de coordinación muy elevado, con conexiones cerebrales activadas permanentemente que le permiten al baterista realizar acciones cruzadas con manos y pies, sin perder el ritmo y creando un sonido único, emitido desde este instrumento que es, en realidad una suma de instrumentos que son tocados a la vez por una sola persona. En el mundo de la música clásica, las percusiones -timbales, tambores, vibráfonos, triángulos, platillos- son tocados de forma individual pero en el jazz y el rock, una sola persona -el baterista- toca todo a la vez. Y hay casos en que la persona se convierte en una verdadera orquesta por la cantidad de objetos que incorpora al armazón básico de la batería tal y como la conocemos. En esta nota te contamos la historia de la batería:
En el principio, las percusiones llegaron desde el África y el Asia, con tambores de diversos tamaños y sonoridades construidos con pieles de animales, que servían para musicalizar rituales, festividades religiosas, siembras y cosechas, anuncio de estaciones. La evolución de estos instrumentos de percusión, quizás los más antiguos de la humanidad junto a los de viento hechos de madera o bambú, generó una de las familias de instrumentos musicales más diversas y fascinantes del arte musical, con diferencias étnicas que incluyen materiales, formas, sonidos y funciones. La batería aun no existía.
Los ejércitos europeos usaban las tarolas y napoleones (tom-tom es su nombre técnico), así como los bombos, para marchar y anunciar su llegada. En sociedades orientales como China y Japón, los gongs de metal y los tambores gigantes tuvieron también uso ceremonial y de guerra. Las llamadas “marching bands” -bandas marchantes- surgieron en Europa y se trasladaron a los Estados Unidos, con cada músico haciéndose cargo de cada instrumento, conformando toda una sección, como la de saxofonistas o clarinetistas, que van al fondo marcando el ritmo con sus redobles y golpes de platillo y bombo. Este modelo es el que se trasladó a las bandas militares y estas, a su vez, a las bandas escolares, que hasta hoy engalanan desfiles y galas, además de constituir desde hace décadas el primer acercamiento de niños en edad escolar al mundo de la música.
Pero es a fines del siglo 19 que comienza a surgir el concepto de “batería”, como la unión de varios instrumentos de percusión para que sean tocados por una sola persona, el “baterista”. Es en las primeras orquestas de jazz de los Estados Unidos que se empieza a hacer conocida la función del baterista, con un set que incluía hasta 6 piezas: una tarola, uno o dos tom-tom, dos platillos y un bombo, siendo este último tocado con el pie, mediante el uso de pedales. Este sofisticado mecanismo planteaba un desafío para el músico que debía alcanzar un nivel muy complejo de coordinación entre manos y pies sin perder el ritmo. Con las baquetas en las manos -para las tarolas, platillos y otros tambores; y los pies para los pedales del bombo; el baterista era un verdadero hombre orquesta.
Según un estudio realizado en 2008, en el que se utilizó como sujeto de prueba al baterista de Blondie, una conocida banda de rock de los EE.UU., se descubrió que tocar durante una hora y media puede aumentar el ritmo cardíaco a 190 latidos por minuto, lo que se traduce en la necesidad de una gran resistencia física por parte de los encargados de las percusiones.
De hecho el esfuerzo físico y mental requeridos para ejecutar una canción de ritmo veloz y variado es alto, a tal nivel que iguala al esfuerzo de un futbolista profesional moviéndose por la cancha. Por otro lado, se ha comprobado que tocar la batería no solo contribuye a mejorar la coordinación en general sino que además alivia el estrés y es un excelente ejercicio mental y corporal.
En más de cien años de evolución y desarrollo de ritmos, estilos y posibilidades expresivas, la batería se ha convertido en uno de los instrumentos musicales más difíciles de dominar, por las vallas y estándares altos que han impuestos talentosos músicos de jazz y rock, que han terminado adaptando toda clase de percusiones a sus baterías -el término que se usa en inglés para denominarlas es “drumkit”- dejando atrás la etapa de las seis piezas y dos platillos, ubicados por encima de la cabeza del intérprete. Hoy vemos que existen músicos capaces de ejecutar verdaderas proezas físicas y mentales escondidos detrás de toda una artillería de tambores, tarolas, bloques de madera y metal, platillos y hasta paneles de batería electrónica que emiten sonidos sintetizados, cuya afinación y sostenibilidad de frecuencia son controlados a través de computadoras, las cuales generalmente también son operadas por el baterista experto, con los pies.
Algunos ejemplos de instrumentos que vienen incluidos en las baterías más modernas: platillos de diversas tonalidades, bombos dobles, panderetas, xilófonos y vibráfonos, tarolas, tom-toms, congas, cajones, gongs, semillas, entre otros.
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