La historia de los Carnavales
Estamos en febrero y ya se habla del carnaval como la principal actividad de este mes, que en nuestro país es, además, la temporada de temperaturas más elevadas debido al verano. Actualmente, producto de la desinformación y las malas prácticas sociales que campean entre jóvenes y adultos, los juegos de carnaval se han visto reducidos a peligrosas costumbres que van contra toda idea del respeto y la vida en convivencia. Hasta en sus épocas más aurorales, los carnavales representaban el desenfreno social aceptado de manera transversal, como un método de canalizar actitudes tradicionalmente reprimidas: la autoridad irrespetada, las formalidades dejadas de lado, etcétera, pero dentro de una lógica de complicidad entre los miembros del grupo social que llevaba a cabo la festividad. Recordemos un poco la historia de los carnavales en esta nota:
La época de carnavales en el Perú, es decir febrero, está asociada a todo tipo de juegos que involucran el uso del agua y pintura de manera excesiva. Pero, ¿cuáles son los orígenes de los carnavales que celebramos? Etimológicamente, la palabra “carnaval” proviene de la palabra italiana “carnevale” que tiene relación con la época en que se comía sin restricciones. Muy probablemente, este término es una evolución del latín “carne-levare” que manifiesta el deseo de abandonar la carne, es decir dejar de comer carne durante todo el período de Cuaresma Cristiana, la preparación de la Pascua.
Las primeras celebraciones de carnavales de las que se tiene conocimiento se remontan, de manera muy presumible, a hace más de cinco mil años en la región de África del Norte (Egipto) y a Oriente Medio (Sumeria, parte sur de la antigua Mesopotamia) según dicen algunos historiadores. El origen de los carnavales es, sin lugar a dudas, pagano. La gente se despedía de sus restricciones para comportarse de una forma que la religión nunca hubiera permitido. La población había encontrado la razón perfecta para celebrar grandes bacanales como forma de decir adiós a sus pecados.
Se considera a los Saturnales, es decir las antiguas fiestas romanas de esclavos como una de las precursoras de los carnavales. En estas celebraciones romanas, los esclavos obtenían privilegios como por ejemplo más comida, más tiempo de que disponer, anuencias que en épocas normales les eran negadas. Otra de las antecesoras de los carnavales son los bacanales, festividad en honor a Baco, el antiguo Dios mitológico romano del producto de la vid. En estas fiestas, el consumo de alcohol era desmedido y las prácticas sexuales libertinas no eran la excepción sino la regla.
A través de las colonias portuguesas y españolas, los carnavales llegan a América del Sur. Con estas celebraciones paganas, todas las tradiciones provenientes del viejo continente encuentran su canal de despliegue y exhibición en el continente descubierto por Colón. Muchas veces, estas fiestas sufren mutaciones en el nuevo continente, dependiendo estas de las regiones en las que se celebran.
Las fiestas relacionadas al folklore carnavalesco en el Perú se inician también poco antes del inicio de la Cuaresma católica. Existen registros sobre celebraciones bárbaras en la época que siguió a la formación de la república peruana. Hay crónicas de turistas que narran episodios con heridos y muertos como resultado del descontrol que se vivía al celebrar los carnavales.
Las faltas de respeto contra las autoridades eran una constante en el Perú republicano durante los carnavales. La gente elaboraba máscaras que resaltaban la fisonomía de los políticos, burlándose y riéndose de estos. Estas máscaras llegaron a ser objeto de prohibición muchas veces.
Es durante el gobierno de Augusto B. Leguía, en la década de los años veinte, que se adopta un estilo de carnaval parecido al italiano, todo esto como medida para evitar excesos y choques entre la población y las fuerzas policiales de la ciudad. Carros alegóricos desfilaban, sobre todo por las calles del centro de Lima, dejando ver a los ciudadanos más conspicuos con sus mejores y más elegantes trajes. Esta tradición se conservó hasta la década de los años cincuenta, destacándose en ello los distritos de Barranco y Chorrillos.
La migración de los pobladores provenientes de la sierra del Perú hacia la ciudad capital en el inicio de la centralización, introdujo una serie de peculiaridades a los carnavales limeños, como por ejemplo las danzas y la devoción por la tierra, la famosa Pachamama serrana. Todas las provincias del Perú celebran sus propios carnavales de acuerdo a sus costumbres, creencias, mitología y cosmovisión locales.
En el mundo se celebran carnavales en casi todos los rincones, siendo los más grandes y famosos los de Brasil (Río de Janeiro), España (Santa Cruz de Tenerife y Cádiz), Alemania (Colonia), Bolivia (Oruro), Italia (Venecia), Colombia (Barranquilla y el Pasto), México (Veracruz y Mazatlán), Argentina (Gualeguay y Gualeguaychú) y Francia (Niza).
En el Perú los carnavales más coloridos y los que han conservado mayor cantidad de tradiciones folklóricas son los de Ayacucho, Cajarmarca, Juliaca, Ucayali y San Pablo. Entre ellos, uno de los que mayor expectativa despierta, a nivel nacional e internacional, es la Fiesta de la Virgen de la Candelaria en Puno, donde las comparsas y pasacalles se extienden a lo largo de las principales avenidas de la ciudad, en una celebración masiva y multicolor.
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