En nuestra Sede Central, ubicada en la cuadra 5 de la avenida Gregorio Escobedo, Jesús María, hoy se destaca nuestra nueva imagen identificatoria: un sobrio cuadrado con las puntas redondeadas con las letras «dm» -así, en minúsculas- blancas y de delicado grosor, sobre fondo en una gama de celestes y turquesas que dan sensación de calidez, comodidad y sofisticación. Un logotipo que refleja los profundos y positivos cambios que han convertido a la institución en referente de éxito, gracias al trabajo de sus principales funcionarios y de toda la gran familia de colaboradores que, día a día, se esfuerzan por brindar la mejor calidad a los miles de maestros que confían en su Derrama Magisterial.
El clásico logo que identificaba a Derrama Magisterial -el libro abierto sostenido por dos manos abiertas- aun permanece en el corazón de la compañía, no en vano fue su marca registrada durante más de cuatro décadas. La apertura que esta sencilla imagen representó durante tanto tiempo se mantiene en nuestra fuerza de trabajo y la razón de ser de nuestra existencia: la previsión y seguridad social del maestro de escuela pública peruana. Por eso queremos que todos sean parte de este cambio, que va más allá de ser un giro superficial hacia colores y elementos modernos. Nuestras oficinas y la calidad de servicio que experimentan los docentes que nos visitan diariamente, es la mejor carta de presentación que exhibimos de cara a afianzar un modelo de gestión basado en tres valores primordiales: empatía, cercanía y sencillez.
Ahora, cada vez que visiten nuestras instalaciones, podrán apreciar la nueva identidad de Derrama Magisterial en sus paredes y oficinas. Un estilo moderno y atractivo que no deja de lado las columnas vertebrales que nos formaron como institución: la identificación con el maestro peruano y su bienestar integral. Por ello, Derrama Magisterial asume la responsabilidad de modernizarse y a un tiempo, de respetar las líneas directrices del pensamiento de nuestros grandes mentores, Horacio Zeballos Gámez y José Antonio Encinas, como reza la frase de este último que aun adorna nuestra sala de espera: «El más alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de escuela».