Lecturas recomendadas: Diario educar, de Constantino Carvallo Rey
El educador limeño Constantino Carvallo Rey (1953-2008) publicó, en el año 2005, este libro titulado Diario educar: Tribulaciones de un maestro desarmado, un conjunto de reflexiones personales organizadas a manera de diario, en las que ofrece al lector sus visiones más íntimas y profundas sobre el oficio de ser maestro. Más que un catálogo de técnicas para orientar o aleccionar a sus colegas más jóvenes, Carvallo propone una exploración sensible, preocupada por las realidades que afectan a nuestra educación desde hace décadas y capaz de ser muy aguda cuando se trata de cuestionar al establishment educativo, la política, las eternas investigaciones que parecen siempre descubrir el origen de los problemas pero que nunca se concretan en la aplicación de soluciones. Un libro que todo maestro con vocación debe leer.
Carvallo renovó el panorama educativo peruano a través de su trabajo como fundador, director y maestro en Los Reyes Rojos, un colegio en el que desarrolló una pedagogía personalizada y que rompió, de un solo tirón, varios paradigmas de la educación tradicional, haciendo confluir en sus aulas a niños y adolescentes de condiciones económicas opuestas, perfiles étnicos diversos, dándoles a todos las herramientas para hacer de su educación un descubrimiento personal basado en el desarrollo de la sensibilidad, las capacidades individuales y quitándole importancia a los sistemas clásicos de calificación, premio-castigo y sometimiento a normas que reduzcan la experimentación y la libertad. Sin dejar de lado la disciplina y la noción de autoridad, Carvallo marcó la vida de varias promociones y se encontró siempre ante el rechazo de la oficialidad que veía su caso pedagógico como llamativo y hasta pintoresco, pero jamás como iniciador de una corriente capaz de convertirse en la puerta de escape a las múltiples carencias de criterio y problemática que aun hoy mantienen nuestra educación en el estado crítico en el que se encuentra.
Aquí, una recopilación de frases notables de este libro, que recientemente ha sido reeditado, en edición de bolsillo, por el Grupo Editorial Penguin Random House:
Diario educar: Tribulaciones de un maestro desarmado
"Me preocupa la edad de los profesores. La mía propia. ¿Hasta cuándo puede mantener intactoe el interés en los alumnos? Y ¿cuánto dura la esperanza, la fe en un mundo mejor, las ganas de estar entre niños? El aumento de la edad trae preocupaciones diferentes, disminución de la energía, ansiedades y el sutil trabajo que hace la muerte en todos nosotros". (p. 38)
"Los libros escolares no dejan espacio a la pregunta. Son manuales de respuestas, simplificaciones de la ciencia, como si al niño hubiera que mostrarle un mundo acabado, explicado, conocido. Hay una oposición inevitable entre escuela y pensamiento. El freno que la educación pone al pensar es la verdad indiscutible, el conocimiento congelado. Ello no permite la inquietud, cierra el despertar de la inteligencia. Pensar es no saber, es ignorancia, insatisfacción, desasosiego, asombro…" (pp. 40-41)
"La incapacidad de aburrirse o de emplear el tiempo en tareas solitarias como leer, pensar, o simpelmente contemplar, arrojan al adolescente fuera de su casa o lo encierran frente a la pantallade televisión. Afuera están la tentación, el amor, las drogas, el dolor, la lucha, los celos, las broncas, la preocupación…" (pp. 52)
"Cuando encuentro a un exalumnos en la calle, no me interesa saber qué estudia. No me interesa tampoco si ha ingresado en el primer puesto a auna universidad porque igual puede ser un canalla. Me interesa cuál es su pasión y si la está llevando a cabo. Creo que la pasión es lo único que nos salva" (p. 55)
"Dice el psicólogo suiza Jean Piaget que el miedo es uno de los componentes de un sentimiento mayor que resulta indispensable para la construcción de la autonomía: el respeto. El otro es el afecto o, diría yo, la admiración. Amor y temor se unen en el respeto que tenemos hacia el maestro y ello hace posible la internalización de la norma" (p. 75)
"El alumno no escribe, no trae las tareas, no trabaja. ¿Debo castigarlo por ser incumplido, ocioso, desinteresado? No hay que olvidar que la relación del niño con la escuela surge de una obligación esencial: no ha sido él quien ha elegido asistir, sino sus padres. No ha decidido venir, no ha sido él quien ha elegido aprender. Si la asistencia a los colegios fuera libre, las aulas quedarían vacías la mayor parte de la semana" (pp. 82-83)
"Cuando oigo hablar de ética siempre está relacionada a grandes temas: la muerte, el aborto, las drogas. Nadie habla de los modales, esas pequeñas conductasque constituyen en verdad la moral diaria de los seres humanos" (p. 97)
"Muchas capaciodades debe tener el maestro para ser atractivo y conquistar a sus alumnos. Pero la más importante es parecer justo. La justicia es la fuente de su autoridad, la fuerza que disuelve la resistencia… No es lo mismo tratar a un chico que lo tiene todo que a uno que sabemos que, por ejemplo, no estudia o llega tarde en virtud de una situación ajena a él… Este es el arte del maestro en su relación con la justicia. Adquirir tal prestigio y autoridad que el inconsciente del niño acepte sin sospechas la desigualdad… Si el maestro no gana la confianza de sus alumnos, no hay educación. Se tratará apenas de normas, discursos y enseñanzas que poblarán el olvido y se arrojarán como las ropas o los útiles viejos…" (pp. 103-104)
"No cabe duda de que en la escuela hay un currículo oculto. Este es mejor que el oficial porque educa atmosféricamente, por respiración. Su ventaja es que se da en el mundo de la vida. Es el currículo oculto el que hace que un niño de apenas 4 años no quiera ponerse una camisa porque le van a decir que es mujer…" (p. 123)
"Mezclar ricos y pobres, blancos, cholos, negros y mestizos, no me ha traído mayor problema con los padres de familia, y los alumnos han respondido con solidaridad y entusiasmo. Pero un sector es, inesperadamente, el más reacio: el personal de limpieza. Hay un odio en la señora que les prepara el refrigerio, en la que limpia la mesa donde comen. Los atiende mal, con desgano. Ella ejercita un racismo que me deja perplejo. Sirve con gusto al blanco, al rubio, al diferente. A su semejante, a este pobre que ayudamos, lo trata con rencor, como si fuera un mal espejo en el que no desea mirarse" (p. 126)
"Llevo a los chicos a ver buen cine, intento que lean libros cuya calidad está fuera de duda y cada vez que puedo los llevo a exposiciones de pintura o fotografía. En general, procuro que el ambiente que los influye incorpore a la obra de arte, que la vecindad con ella sea un hecho constante…" (p. 163)
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