¿Año nuevo, mundo nuevo? La realidad parece pararse delante de nuestros buenos deseos con toda la furia de la que es capaz. Desde el 1 de enero hemos sido testigos, a través de las noticias, de situaciones que nos cuestionan sobre las posibilidades de lograr una sana convivencia entre nuestros países. Necesitamos reflexionar sobre estas cuestiones para trascender el papel pasivo que, muchas veces de manera indiferente y despersonalizada, decidimos cumplir en el desarrollo de nuestra vida en sociedad.
Como docentes, nos corresponde hacer lo que esté en nuestras manos para conseguir captar la atención de nuestros estudiantes respecto de temas como la honestidad, el amor propio, la importancia de cuidarse y no ponerse en situaciones innecesarias de riesgo, el cuidado a nuestro planeta y demás, que son aquellas cosas que se trasgreden cada vez que hay un crimen, una coyuntura política marcada por el agravio y la corrupción, un desastre natural sin precedentes, una intolerancia capaz de iniciar guerras mundiales.
Necesitamos inculcar la solidaridad y la empatía, valores cuyas ausencias están, por lo general, detrás de cada hecho macabro o delincuencial que los medios masivos de comunicación exhiben y repiten hasta el desmayo, conscientes de que en cada repetición le quitan algo de sensibilidad a la población. Una de las noticias más tristes con las que nos ha tocado empezar el 2020 ocurre, precisamente, en nuestro campo de acción: un niño en México, adicto a los videojuegos que le enseñan a disparar a otras personas, desató un tiroteo en su escuela, asesinó a su maestra e hirió a varios compañeros. ¿Alguien dijo educación y manejo de TIC? Falta de orientación de padres y tutores, sobrecarga publicitaria, marketing y salud mental precaria al servicio de la desgracia.
Otro tema que nos hace entristecer apenas iniciado el nuevo año es el del incontrolable incendio forestal que asola Australia y que está ocasionando una enorme y aun creciente mortandad de inocentes animales de la zona, desprotegidos y asustados. Las cámaras muestran, sin condolerse, pequeños koalas y canguros muriendo de sed y padeciendo quemaduras. Mientras tanto, parte del mundo occidental celebra los ataques con drones (otra vez la tecnología de punta) que se usan para bombardear a un país enemigo y poner al mundo entero en tensión frente a la posibilidad de un conflicto bélico que pueda tener grandes proporciones e impredecibles resultados.
Y en nuestro país, la situación política siempre inestable e incierta, con un proceso electoral que propone más dudas que certezas y candidatos que ponen sobre la mesa, son abierta irresponsabilidad y desinformación, asuntos sumamente sensibles para la educación del futuro, la equidad de género maltratada y rebajada a la categoría de perversiones que, por cierto, existen en la mente de muchas personas, pero que no están siendo introducidas al debate público de manera apropiada. Por otro lado, seguimos asistiendo a lamentables actos violentos contra mujeres (feminicidios) y crímenes de mafias asociadas a la trata de personas, ajustes de cuentas y sicariato.
Como vemos, tanto nosotros como nuestros alumnos estamos viviendo en un mundo en el que han aumentado los riesgos y amenazas para nuestra integridad física y mental. Ya sea que debamos sortear los peligros directos de la ciudad en la que vivimos y vamos al colegio (que puede ser Lima, Trujillo, Iquitos o Cusco) o que tomemos conciencia sobre qué hacer para no desperdiciar el agua, cuidar nuestras especies animales y no contaminar el medio ambiente, el sistema educativo debe estar preparado para entender la importancia de su desempeño para que las nuevas generaciones eviten estos y otros problemas que afectan la vida de todos.