Reflexiones Magisteriales: La importancia de ser solidarios

La solidaridad es, según la definición formal del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, "la adhesión circunstancial a la causa de otros", una frase que no es muy útil para dar cuenta del valor que realmente tiene, en estos tiempos, ser solidario. Por supuesto que se puede ser solidario de manera circunstancial pero también podemos interpretar el ser solidario como una actitud constante, una condición humana, una virtud. Estar atento a las necesidades del prójimo, ser empático frente a problemas ajenos, ser comprensivo ante la desgracia ajena y poner el hombro de manera desinteresada, son características que van más allá de un acto específico y forman parte de los valores que toda sociedad debería aspirar a tener entre sus miembros como una conducta fija, instalada en el imaginario colectivo.

Lo que ha ocurrido en un importante sector del distrito de San Juan de Lurigancho en las últimas semanas nuevamente pone sobre el tapete el tema de la solidaridad y su importancia frente a situaciones extremas. ¿Estamos formando en la escuela a futuras generaciones solidarias o no? ¿Qué entendemos realmente como "solidaridad"? ¿Podemos relacionar el "ser solidario" con las tendencias al individualismo, la feroz competencia por el primer lugar, el consumo materialista o la diversión irreflexiva y permanente con el ser solidario?" Estas interrogantes son comunes en aquellos docentes que piensan en su vocación de servicio en las aulas, ante la eventualidad de situaciones como la terrible inundación que afectó a más de dos mil personas, más de dos mil vecinos que hoy reciben la solidaridad de diversas instituciones y personalidades.

¿La solidaridad solo se activa en situaciones límite, ante las cuales ya no resulta socialmente bien visto el hacerse de la vista gorda? Especialistas en educación y relaciones humanas coinciden en la necesidad de educar mejor a nuestras nuevas generaciones en la empatía y la solidaridad con quien menos tiene, con quien más necesita de apoyo, para así estimular el cultivo de sensibilidades que nos alejen de la amenaza despersonalziadora de un mundo frío y sin escrúpulos. 

Los maestros tenemos el gran desafío de preparar para la vida a jóvenes para quienes el futuro es cada vez más incierto en términos de situaciones laborales tradicionales, sometidos a una enorme presión social que los induce a dar más valor a todo aquello que, precisamente, se encuentra en las antípodas de lo sensible y compasivo, lo solidario y empático. Salvo que sean causas de extremada gravedad, como una inundación, un desastre natural o un caso de irreductible corrupción o criminalidad, el común de las personas no suele practicar la solidaridad. Por eso se hace necesario reflexionar estos temas y plantearnos si las nuevas tendencias educativas cumplen con satisfacer esta necesidad del mundo moderno. Personas empoderadas, tecnológicamente aptas, son necesarias para el avance social, tanto como que sean respetuosas, sensibles y solidarias con los demás.

Mira aquí una interesante experiencia docente relacionada a la enseñanza de la solidaridad.

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