Reflexiones Magisteriales: No perdamos nunca la oportunidad de educar
Mucho se habla de los problemas de educación que aquejan a nuestros país, y se centra la atención en niveles de comprensión de lectura, razonamiento matemático, recuerdo de fechas o conocimientos generales (y superficiales) respecto de lo que mal se denomina “cultura general”. Sin embargo, se menciona muy poco el tema de la educación en valores fundamentales para la vida diaria como el respeto por el prójimo, por la naturaleza, por la propiedad privada. En suma, el respeto por la vida y la convivencia armónica entre ciudadanos y compatriotas. De eso tratan las siguientes reflexiones magisteriales, en esta interesante nota escrita por la especialista Lic. Yvette Ubillús, quien aborda aquellas situaciones que la vida nos presenta de manera cotidiana como excelentes oportunidades para educar a nuestros hijos y alumnos en cuestiones que nunca pasan de moda: saludar, ceder el asiento a los mayores, respetar los derechos ajenos, etcétera.
¿QUÉ SUCEDE CUANDO SE PIERDEN LAS OPORTUNIDADES DE EDUCAR?
Lic. Yvette Irán Ubillús.
A lo largo de la historia de las sociedades se ha discutido mucho acerca de lo que es la educación, cómo y cuándo se educa a la persona, a quién le corresponde la labor de educar, quién determina qué es lo que las personas necesitan saber o aprender para la vida, entre otros puntos de vista que tienen que ver con la labor de formar a un nuevo ser humano desde su llegada a este mundo.
Desde el nacimiento se inicia la educación, algunos dicen hoy a la luz de la tecnología que ya desde el vientre materno existen aprendizajes en el niño, y son los padres en primer lugar o las personas que por alguna circunstancia asumen la crianza del bebé, quienes transmiten estas primeras vivencias que ya son lecciones para la nueva persona.
Luego vendrá nuestra labor como maestros, cuando estos pequeños inicien su formación escolar y atraviesen los años de estudio que les permitan adquirir los conocimientos y habilidades necesarias para desarrollarse y optar por una vocación que los lleve a realizarse en la vida adulta.
Pero, ¿estamos conscientes de que este proceso es permanente e ininterrumpido y no se ciñe al aula o a las lecciones enmarcadas en los libros de texto escolar? ¿Tenemos en cuenta esos momentos valiosísimos que muchas veces pasan frente a nosotros y que dejamos de aprovechar para educar? ¿Nos percatamos de que, perdida una oportunidad para aprender, será muy difícil de recuperar o tal vez nunca vuelva?
Muchas veces hemos escuchado que lo que bien se aprende nunca se olvida, es una frase muy acertada puesto que si podemos aprovechar de la mejor manera las situaciones diarias para que nuestros alumnos aprendan algo nuevo y bien desde el principio, entonces el momento perfecto es aquí y ahora.
Cuando estamos en una situación que requiere de nuestra guía debemos siempre estar atentos y, si es necesario, detenernos para lograr que esa enseñanza quede fija en nuestro alumnado. Por ejemplo, si se presenta una situación de conflicto en clase, una vez determinados los motivos y responsables, una lección ineludible será corregir con argumentos, explicar las razones y enseñar a los niños y/o jóvenes a reconocer el problema, pedir disculpas si es el caso y procurar no volver a caer en una acción similar, de ser esto posible.
Pedir disculpas, dar las gracias, pedir por favor y ser solidarios es algo que debe aprenderse desde muy pequeños para favorecer la convivencia armónica en sociedad. Es cierto que los padres de familia son los primeros llamados a impartir estas enseñanzas, no solo con palabras sino sobre todo con el ejemplo, pero los maestros somos los encargados de corregir cuando estas no se aplican o si en casa no se han tocado estos temas con la debida importancia.
Recordemos que los hogares son entornos donde pueden mediar muchas circunstancias diferentes: familias incompletas, disfuncionales, hogares donde no existe una clara definición entre lo que es educar y/o engreír, entre tantos otros factores.
Pero cuando el alumno ingresa a la escuela y pasa a nuestra clase existen espacios unificadores que pueden ayudar a que se fijen los nuevos comportamientos que impartamos en los alumnos. La escuela es un espacio transversal, donde la búsqueda de la equidad, igualdad y respeto se ven favorecidos si sabemos propiciar una clase donde el trato sea respetuoso desde el principio y las reglas estén claras para todos.
Los alumnos, sin duda, mantendrán sus diferencias personales, lo cual es bueno, pero existirán más oportunidades para asimilar la vida en comunidad. Nunca será excesiva la enseñanza del respeto, por ejemplo, esas son cosas que no pasan de moda, ni cambian en las generaciones. Si como maestros pensamos lo contrario debemos replantear nuestra óptica para entender que justamente esas creencias han permitido en la actualidad la proliferación de la violencia en la vida en sociedad, en nuestro país y en el mundo.
El respeto es algo que se puede enseñar en todo momento, no solo el respeto a los mayores sino entre compañeros también, respeto a la naturaleza, a la historia, a los legados que recibimos de nuestros antepasados, respeto a las diferencias, a la privacidad, a la propiedad de los otros. Ese es nuestro reto, ser capaces de hacer prevalecer ciertos conocimientos que hoy se estiman caducos cuando no lo son de ninguna manera.
Para muestra las calles de nuestra la gran Lima. Cuando salgo y veo el caos que impera me pregunto: ¿Cómo fue que hicimos esto? Sí, nosotros, todos somos responsables. Veo a padres que llevan a sus hijos a la escuela y les enseñan a ensordecer con la bocina de sus autos a los peatones que no tienen culpa de que se le cruce otro carro o de que la luz del semáforo no funcione.
Me pregunto cuántas veces se nos pasó a los colegas la oportunidad de enseñar respeto en clase y ahora se ha magnificado en un adulto que hace gala de lo que no aprendió en nuestras clases profiriendo insultos, gritos y maldiciones.
Cuando veo las calles de Lima me pregunto si aproveché bien las oportunidades que tuve para educar verdaderos ciudadanos, si mis alumnos se acordarán de mi diciéndoles que hay que ser considerados con los demás como queremos que lo sean con nosotros, que obstruyendo la vía no ganamos tiempo, ni somos mejores. Que hay que ceder el asiento a quienes lo necesitan más que nosotros, que hay que exigir respeto de los transportistas, que hay que dar las gracias al bajar de un bus de servicio público, que hay que saludar antes de pedir la tarifa a un taxista.
Son tantos los momentos que se nos presentan para educar que siempre podemos tener la oportunidad de hacerlo, recordemos que cuando las personas crecen es mucho más difícil, y en casos hasta imposible, modificar lo que no se aprendió desde el principio. Los seres humanos nos merecemos más que un ambiente hostil producto de la omisión, esa es nuestra gran tarea como maestros ser mejores cada día para entregarle mejores personas a esta sociedad que tanto lo necesita.
Tal vez un día uno de tus alumnos no causará un accidente más que aparezca en la noticias y por el contrario respetará las reglas de tránsito porque son demostración de respeto, de ese respeto que tú maestro le enseñaste, de ese respeto que aprendió de ti en un momento que pareció pasar desapercibido.
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