Reflexiones Magisteriales: Ser madre y maestra
La especialista en educación Vanetty Molinero puso sobre la mesa, en sus comentarios al tomo 9 de nuestra Colección Pensamiento Educativo Peruano, el interesante tema de la asociación directa que siempre ha existido entre ejercer la docencia y la maternidad: “No basta el amor maternal para cumplir con el propósito de educar a niños y niñas. En el siglo 19 se consideraba que el objetivo de educar a las mujeres era formarlas para que sean buenas madres de familia”. Es un tema interesante para la reflexión ya que más del 60% de docentes son mujeres en el Perú, según datos recientes. Evidentemente se trata de una realidad innegable: gran cantidad de profesoras -en especial las del Nivel Inicial- deben realizar en simultáneo labores propias del ejercicio educativo y labores de madre, y combinar ambas situaciones tanto en casa como en el aula. Independientemente de si esto es beneficioso o no para el cabal cumplimiento de sus objetivos pedagógicos, esta situación contiene una serie de aristas que vale la pena conocer a través del testimonio de las mismas protagonistas. Queremos compartir con ustedes esta nota que encontramos en el blog La Casita de Miguel, escrita por la profesora Mari Carmen Heredia Melero, en la que nos cuenta su experiencia:
Madre y maestra
escrito por prof. Mari Carmen Heredia Melero
¿Qué reto es mayor? ¿Ser madre de familia numerosa o ser maestra? ¿Cuándo descansar de los niños? Tú no te aburres… ¿Verdad?
Estas son preguntas que suelen formularme bastante a menudo. Tal vez sorprenda un poco que, después de trabajar toda la mañana con veintisiete pequeños, me marche a casa y continúe la jornada con cinco hijos, tres de ellos todavía infantes.
Quejas aparte, que surgen casi siempre fruto del cansancio, he de decir que puedo sentirme afortunada. Afortunada porque me gusta mi trabajo, cosa muy de agradecer hoy día. Por otro lado, aún en los días más negros, puedo decir que siempre me llevo a casa algún regalo. Ya sea material, como ese dibujo en papel arrugado, donde pone “Mari Carmen, te quiero, eres la mejor” y todo ello con faltas de ortografías incluidas de propina. También muchos regalos en forma de enriquecimiento personal como la satisfacción de ver avanzar a ese que no llega, de ver integrado en el grupo a aquel que no se relaciona, de ver normalizada la vida escolar de los que tienen alguna dificultad, y sobre todo desarrollar, día a día, grandes dotes de paciencia, dándote trompazos y probando en cada instante tu insuficiencia pero, al mismo tiempo, autoretándote a probar una y otra vez.
¿Qué ser antes? ¿madre o maestra? Por supuesto que en mi escala de valores estará siempre el “ser madre”. Esto por muchas importantes razones. Una de ellas porque los mejores cursos de perfeccionamiento de mi magisterio lo hice con mis hijos como profesores. Con ellos perfeccioné mis conocimientos sobre las emociones, los sentimientos, la tolerancia, el convertir las deficiencias en encantos, aceptar sus derrotas y celebrar sus triunfos, llorar y reír con ellos, ordenar mi escala de valores, especializarme en priorizar.
No cabe duda que el “ser madre” ha marcado mi “ser maestra”. No obstante, también he de admitir que no soy “maestra o madre” sino “madre y maestra”. Que no puedo evitar eso que algunos llaman “deformación profesional” y que yo no puedo llamar de otra forma que “vocación”, o si lo prefieren “misión”. Que cuando estoy con mis hijos me surge la vena didáctica que llevamos todas las madres y que nos conduce a explorar el mundo del conocimiento con ellos.
Asimismo, tampoco puedo evitar querer a mis alumnos y alumnas con corazón de madre, sufrir con sus problemas, desear lo mejor a sus familias, enorgullecerme de sus logros y lamentar sus tropiezos. En definitiva, ser madre me ha ayudado a ser la maestra que quiero ser y a considerar como pilares fundamentales en mi práctica educativa: la afectividad, el aprendizaje colaborativo y la creatividad. Tres pilares en los que es fundamental la aceptación del niño como persona y no como un número o una operación exacta que siempre tiene que cuadrar de la misma forma.
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