Tecnología y educación: Lo único permanente es el cambio

Primero fueron los e-mails o correos electrónicos. Luego los buscadores como Altavista o Google. En esas épocas –hablamos de la primera mitad de los 90s- los cambios aun se producían con ciertas distancias de tiempo. Pero llegó un punto en que los cambios y novedades comenzaron a aparecer de manera vertiginosa: YouTube, Facebook, Twitter, Snapchat, Instagram, Whatssap. Cambios de versiones en los exploradores de Windows, aplicaciones para Apple. Tablets, iPhones. El mundo virtual y la realidad aumentada. ¿Qué pasará la próxima semana?

Cientos de adolescentes y adultos se lanzan al mar de La Punta, a medianoche, en búsqueda de dibujos virtuales que, según una compleja y sofisticada tecnología –denominada “realidad aumentada”- aparecen como por arte de magia en la pantalla de un teléfono móvil. En Shanghai, China, una estampida de jugadores arrasó con algunas personas que, comunes y corrientes, esperaban su autobús sin saber lo que estaba pasando a su alrededor. Estos cambios de comportamiento urbano tienen estrecha relación con cómo nos ha afectado la cultura tecnológica y su vertiginoso desarrollo.

Hasta hace un par de décadas, hablar de un correo electrónico que podía ser leído al segundo de haber sido enviado, que reemplazaba a las tradicionales cartas, escritas a mano y que el destinatario recibía en días o semanas, dependiendo del lugar en el que se encontrara, era un hecho sorprendente, que nos acercaba a las películas de ciencia ficción o las series fantásticas de la televisión y los cómics. Hoy no hay persona, grande o chica, que no sepa que es un e-mail.

En la actualidad los cambios tecnológicos son tan agresivos en términos de velocidad que no pasa ni medio año antes de que el colorido Smartphone que te regalaron en Navidad ya sea considerado obsoleto por quienes ya se compraron la nueva versión del Galaxy-punto-algo, capaz de hacer lo mismo que el tuyo pero de mejor forma. Las conexiones de este tema con las estratagemas del consumismo no son difíciles de detectar, pero ese punto es materia de otro tema.

Hablamos aquí de la rapidez de los cambios y lo que debemos aportar desde nuestra experiencia pre-digital (los que somos llamados “migrantes digitales”) para que no sean cambios irreflexivos o vacíos. Difícil tarea, sobre todo desde la óptica de un educador que trabaja a diario con “nativos digitales” o “millennials”, niños y adolescentes que nacieron en medio de la revolución cibernética y que, en lugar de jugar con robots o muñecas, lo hicieron con Child Tablets.

Es uno de los mayores retos para todos quienes nos dedicamos a la docencia, estar al día sin dejarnos llevar por los cambios tecnológicos y nunca perder de vista que la llamada “cibercultura” es básicamente la aparición constante e indetenible de herramientas que, más allá de aprender cómo se manejan, generan serias responsabilidades sociales y culturales.

Ustedes, ¿qué opinan?

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