Woody Allen: 12 películas para entender su estilo

Woody Allen: 12 películasEl pasado 1 de diciembre cumplió 80 años uno de los cineastas y actores fundamentales del séptimo arte: Allan Stewart Königsberg, más conocido por su nombre artístico Woody Allen. Idolatrado por unos y odiado por otros, Woody Allen se ha convertido en un ícono cultural en sí mismo, independientemente de que su habilidad creativa haya decaído en los últimos años, con largometrajes inspirados en sus éxitos del pasado que terminan siendo una mala copia de su propia filmografía que actualmente consta de 52 títulos. Poseedor de un estilo discursivo y denso, los diálogos que escribe pasan de la filosofía barata a la profundidad metafísica, del psicoanálisis al humor negro y de la actitud cínica hacia temas como el amor, el sexo, la identidad norteamericana a visiones más superficiales y poco comprometidas de la vida. Esto le ha granjeado igual cantidad de emocionados elogios y encendidas críticas, pero lo que nadie puede negar es que sus películas -sobre todo las que escribió y dirigió en las décadas de los setentas y ochentas- salen de lo convencional en una escena cinematográfica dominada cada vez más por la espectacularidad de los efectos especiales de Hollywood y sus catástrofes, superhéroes y fantasías distópicas de alto presupuesto y mucho ruido. En las películas de Woody Allen no encontrarás animaciones en 3D ni maquetas virtuales (que en la ciencia ficción de 70s-80s se reducían a miniaturas de cartón y plástico, desde luego) pero sí muchos imaginativas conversaciones que, a veces, es necesario escuchar más de una vez para entender de qué se tratan. Aquí les presentamos una lista de doce películas escogidas por si les interesa ingresar al universo fílmico de Woody Allen quien es, además un talentoso clarinetista de jazz.

1. Manhattan (1979): Las mejores cualidades de esta película son, en realidad, las contribuciones de los colaboradores que Allen escogió de manera magistral para hacerla. Esta es una especie de obra maestra: la ansiedad, la erudición, las bromas, las líneas humorísticas). El nublado claroscuro de una historia filmada en blanco y negro, la música celebratoria en homenaje a New York, su ciudad natal, escrita por Gershwin, y la competitividad intellectual de la actuación de Diane Keaton son las marcas registradas de un director cuyos trabajos cobran valor gracias a su aplicado buen gusto.

2. Annie Hall (1977): El aspecto ingenuo de las primeras comedias de Allen es lo que le da a Annie Hall ese vigor similar al de una buena melodía de jazz, haciéndonos pasar de un vuelo de elegante comedia al borde de la depresión y el abandono. Es un romance único, una historia de amor posmoderna, sus dosis de realismo siempre están a punto de convertirse en sueños imposibles: ¿dónde más podría uno encontrar escenas en que los teóricos de la comunicación son considerados intelectuales o ver cómo una interesante discusión es interrumpida abruptamente por unos dibujos animados?

3. Zelig (1983): Somos infinitamente flexibles. Esa es la tesis central de Zelig, la película más sabia de Allen, que tiene mucho que decir acerca de cómo una persona puede llegar a contorsionarse con tal de ser aceptado. Su concepción evidentemente absurda –el film es presentado como un documental de archivo acerca de un hombre capaz de alterar su apariencia física a voluntad para parecerse a los grupos a los cuales pretende ingresar- está basada en una realidad emocional y psicológica muy familiar en nuestros tiempos: la farsa, el doblez, la falta de identidad. Todos hacemos lo imposible para evitar el conflicto. Zelig nos obliga a reconocerlo.

4. Días de radio (Radio days, 1987): Inspirada en sus recuerdos infantiles, Días de radio es el Amarcord personal de Allen. Cuenta la historia de la Edad Dorada de la radio a través de una familia común y corriente que vive en Brooklyn. Con una banda sonora repleta de canciones que escuchó en su niñez, el neurótico director dice que “cada una de estas canciones sugieren un recuerdo”. Y es exactamente la forma en que se presenta la película –como una serie de recuerdos construidos de manera adorable y unidos por la afinidad que sienten los integrantes de la familia hacia la radio. Esta no será ni la primera ni la última vez que Allen juega con la nostalgia en modo extremo, pero si es el ejemplo más fuerte de cómo acercarse a los seres y cosas que uno quiere. osest to our hearts.

5. Hannah y sus hermanas (Hannah and her sisters, 1986): La major película de Allen se aleja poco de la temática que ha usado docenas de veces a lo largo de sus casi 50 años de carrera, y en la superficie, por lo menos, no es muy diferente del resto: es un drama cómico seco, urbano, acerca de un romance que se desarrolla en New York, sacudido por la ansiedad y cargado de intelecto libresco. Y aun en ese sentido (con esos densos diálogos, ese balance entre conflictos y deseos, ese elenco de estrellas liderado por Michael Caine y hasta la excelente banda sonora), Hannah y sus hermanas se pone por delante como la mejor, la más entretenida y entrañable. Es el ideal platónico de cómo debe hacerse una película de este tipo.

6. El dormilón (Sleeper, 1973): A finales de los setentas Woody Allen dejó de hacer esta clase de comedias, de altos conceptos. El dormilón es una clase maestro de cómo hacer comedia. Allen interpreta aquí a Miles Monroe, un personaje que resulta ser una exageración de sí mismo, que llega a 1973 después de haber estado congelado 200 años en una cámara criogénica. La comedia no es, como se podría esperar, acerca de las reacciones violentas frente a los avances del futuro, sino una total confusión ante el mundo desconocido de este curioso pero tonto habitante de Manhattan. Es un enfoque brillante, lleno de momentos inspirados y lunáticos.

7. La rosa púrpura de El Cairo (The purple rose of Cairo, 1985): Una debilidad nostálgica por “la magia del cine” amenaza con convertir esta película en una oda romántica a la edad dorada del séptimo arte, pero Allen muestra que es suficientemente inteligente como para dejar que salga lo mejor de ese tema. La rosa púrpura de El Cairo es un himno que conecta la amargura y el arrepentimiento, una realidad que queda clara con el final no feliz que tiene la película. El cine es, al final de cuentas, un escape. Un escape de 90 minutos de duración.

8. Interiores (Interiors, 1978): El más duro de los proyectos de Allen, considerado como el más “serio” de su carrera, Interiores enlaza al artista comprometido con la parodia social hasta acercarse a uno de sus ídolos, el sueco Ingmar Bergman. Los esfuerzos emocionales de cada personaje son tan fuertes que resultan difíciles de contener, y las actuaciones de Geraldine Page y Maureen Stapleton generan el necesario efecto liberador ante tanta presión. La historia se desarrolla en una casa de playa de Long Island en la que todos se acusan mutuamente.

9. Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011): En esta película, una de las últimas de su amplio catálogo, Allen nos invita a escapar hacia el pasado de sus primeras historias. A pesar de que los diálogos son inteligentes y la historia trae de vuelta a personajes de la vida real como Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, entre otros, como parte de un sueño del personaje principal, la actuación de Owen Wilson representando quizás al mismo Allen resulta efectista y disforzada, restándole valor a una historia medianamente interesante y basada en la fantasía.

10. Toma el dinero y huye (Take the money and run, 1969): Aquí, Allen elabora una falsa biografía de un inescrupuloso ladrón y corrupto con diversas insinuaciones que vuelan por el aire, con conceptos cómicos tomados de los maestros del género Charlie Chaplin, Buster Keaton y los Hermanos Marx, y un arsenal de brillantes pastillas humorísticas, frases cortas y rutinas de humor físico. Es el arquetipo de una película cómica: divertida, absurda, superficial y densa a la vez.

11. Plátanos (Bananas, 1971): Una de las películas preferidas del propio director, cuando le toca analizar los primeros momentos de su carrera. Estas divertidas historias parecen traerle mejores recuerdos que las pesadas historias intelectuales que después lo hicieron famoso. Es difícil no simpatizar con este concepto vertido por el artista. De más de 80 minutos, Plátanos es relajada y al estilo sketch, que pasa de una historia cómica a la otra con poca conexión entre ellas.

12. A Roma con amor (To Rome with love, 2012): La peor de sus tres películas dedicadas a países europeos (los otros dos son España y Francia), presenta historias paralelas que están salpicadas por aquellas ideas que hicieron famoso al estilo de Allen pero que resultan deliberadas, forzadas al final. Incluso el elenco, en el que destacan Alec Baldwin y Penélope Cruz, parece estar totalmente fuera de lugar en este largometraje.

 

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