¿Y quién fue Mariano Ignacio Prado?
En estos tiempos, en que nos encontramos en plena campaña electoral para escoger a nuestro 154 Presidente de la República -vendría a ser la 84ta. persona que ocupa el cargo si consideramos todos aquellos que lo han sido en más de una oportunidad y por períodos muy cortos, bajo denominaciones diversas como “Presidente de Junta de Gobierno”, “Presidente Provisorio”, “Protector”, “Jefe Supremo” entre otras, características de las primeras décadas posteriores a la independencia; es oportuno recordar a aquellos presidentes antiguos que, ya sea por sus luces o por sus sombras, han pasado a la historia como símbolos de distintas épocas del país. En el caso que nos ocupa en este post, el personaje es relevante tanto por el momento en el que ostentó el cargo más importante del Perú -su segundo gobierno constitucional concluyó el año de la declaración de la infausta Guerra del Pacífico- como las circunstancias que envolvieron su desempeño como líder nacional. El año 2014 apareció un libro, muy publicitado en ferias y medios de comunicación locales, escrito por el congresista e historiador Víctor Andrés García Belaúnde, titulado El expediente Prado, en el cual demuestra con documentación, archivos y análisis toda la secuencia de hechos que llevaron a Prado a abandonar el cargo en momentos aciagos para el país, con el pretexto de viajar a Inglaterra a conseguir armamento. La familia Prado– desde entonces acaudalada- habría ocultado esta cruda realidad y mitificó a su patriarca al punto de convertir su apellido en uno de los más poderosos de la llamada República Aristocrática, al punto que su hijo, Manuel Prado y Ugarteche, fuera también en dos ocasiones, Presidente del Perú (1939-1945 y 1956-1962). Sin embargo el libro del popular “Vitocho” habría confirmado aquello que otros historiadores ya habían deslizado con anterioridad: la huida de Prado en pleno conflicto con Chile, el cual veníamos perdiendo de manera aplastante. Veamos su historia:
Mariano Ignacio Prado y Ochoa (Huánuco, 1826-París, 1901) fue un militar y político peruano que fue Presidente de la República en dos ocasiones: 1865-1867 y 1876. Ocho meses después del estallido de la Guerra contra Chile salió del Perú en lo que se consideró un vergonzoso abandono del cargo.
Mariano Ignacio Prado fue el fundador de un clan familiar que llegaría a gobernar cuatro veces el Perú entre mediados del siglo XIX y mediados del XX. Nació en el seno de una familia destacada en la región, pero sin fortuna que trascendiera más allá de ella. El padre fue alcalde de Huánuco, ciudad que dominaba una región de economía agrícola articulada en el centro minero de Pasco. Su madre era de ascendencia española. El sacerdote Agustín Rato, que fue su preceptor de la infancia y adolescencia, consiguió trasladarlo a Lima, al Colegio de San Carlos, para que cursara estudios de derecho, pero la muerte del hermano mayor lo obligó a retornar a Huánuco y asumir los negocios familiares.
No logró levantar una fortuna, pero sí tuvo un hijo natural con María Avelina Gutiérrez: el más tarde famoso y precoz coronel Leoncio Prado, héroe de la batalla de Huamuchuco, tras la que sería fusilado. En Huánuco la familia Prado gozaba de la protección y el apoyo de la más importante familia Durand, y Mariano Ignacio se desempeñó como capataz en una hacienda de ésta.
En 1853, ya con 27 años, Prado se trasladó a Lima. Huánuco no ofrecía futuro; ni político, por su aislamiento; ni económico, por la postración en que yacía la minería de Pasco. En la capital de la república, Prado se implicó en los debates desatados alrededor del escándalo de la consolidación de la deuda interna, por lo que fue deportado a Chile. La revolución de Castilla contra Echenique lo trajo de vuelta y ganó en ella los grados militares que se estilaban en la época: entre julio y noviembre de 1854, la victoriosa revolución lo encumbró de capitán a teniente coronel.
Formando parte ya de la argolla castillista, en 1857 fue elegido diputado por Huánuco a la Convención Nacional; un año después fue nombrado Prefecto de Arequipa. Desempeñó el cargo durante muy poco tiempo, porque en 1859 volvió a los cuarteles por cuatro años. En 1863 fue destinado a Tacna como Prefecto, y más tarde volvió a Arequipa otra vez como Prefecto. Era común en la época que los militares no fueran solamente los Presidentes de la República, sino además los Prefectos del interior.
En 1864, ya en vísperas de la acción que definitivamente lo encumbraría a la alta política nacional, contrajo matrimonio con la dama arequipeña Magdalena Ugarteche Gutiérrez del Cossío. Tan largos apellidos no le venían en vano, porque esta señorita, dieciséis años menor que el novio, pertenecía a una acaudalada familia.
Un matrimonio de fortuna y una expectante carrera militar necesitaban ser coronadas, sin embargo, por una acción bélica de envergadura. La ocasión se la dio el tratado Vivanco-Pareja firmado por el gobierno de Pezet con España en 1864, a raíz de la ocupación española de las islas guaneras. Prado se encaramó como líder de la indignación nacional que recorrió el país por lo que se consideraba un humillante acuerdo. En Arequipa dio inicio a la revolución contra Pezet, que lo llevó al gobierno en 1865. Al año siguiente la victoria del dos de mayo en el Callao lo elevó ya a la categoría de héroe nacional.
Su primer gobierno fue breve, pero pleno de enérgicos deseos de reforma contra la desmoralización en la función pública. Compuso el llamado “gabinete de los talentos”, en el que figuraban Manuel Pardo, José Gálvez, Toribio Pacheco, José Simeón Tejada y José María Químper, todos miembros de una nueva generación entusiasta, ilustrada y de ideas liberales. Sin embargo, o el liberalismo de las reformas resultó excesivo, o las intrigas de sus enemigos eficaces, el hecho es que una revolución (la de Diez Canseco) terminó con su gobierno en el inicio de 1867 y lo devolvió a un país bien conocido por los políticos peruanos caídos en desgracia: Chile. Estuvo ahí varios años, dedicado al negocio del carbón y engrosando una fortuna que le permitió realizar el ritual y costoso viaje a Europa que caracterizaba a los miembros de la élite.
Con el encumbramiento a la presidencia de la república de su amigo Manuel Pardo, volvió al Perú en 1873. Recibió el grado de general y se acercó al partido civil. Fue elegido diputado por Cañete en 1874 y luego presidente de la Cámara de Diputados. En las elecciones de 1876 se impuso a Lizardo Montero, y llegó otra vez a la Presidencia, en la que debía permanecer hasta 1880.
La agobiante crisis fiscal le impidió emprender una amplia acción de gobierno. Tuvo que enfrentar la oposición de los intereses salitreros, el cierre del crédito internacional por la moratoria de la deuda externa y la devaluación de la moneda nacional. El parlamento, dominado por el civilismo y dividido frente a la cuestión del salitre, desarrolló una labor de oposición que también lo ató de manos. Producidos en 1878 los primeros escarceos de la guerra del salitre, no tuvo la energía suficiente para impedirla, ya presionando a Bolivia para que resolviera pacíficamente sus diferencias con Chile, ya canalizando la cuestión de las salitreras hacia soluciones que esquivasen el conflicto.
Se dejó llevar por el ánimo especulativo de los políticos civilistas pierolistas y de otras tiendas, y el de los empresarios agrícolas y mineros. Los primeros, estimando que la guerra les serviría para sobresalir frente a la opinión pública, como había pasado con el propio Prado en 1866; los segundos, porque aguardaban que la devaluación de la moneda nacional les permitiera elevadísimas ganancias.
La guerra contra Chile convertiría al héroe del dos de mayo en una especie de traidor nacional. Al comienzo se trasladó al sur para dirigir personalmente el conflicto, pero tras la derrota de Angamos, decidió emprender viaje a Europa, el mismo día que cumplía los 53 años. La razón de este viaje fue realizar personalmente compras de armamento en Europa, pero la población, azuzada por los caudillos rivales, lo entendió como una huida vergonzosa. El presidente abandonaba el país en plena guerra y tras la destrucción de lo principal de nuestra escuadra.
Sobre “el viaje de Prado” se tejería después una perenne leyenda negra: el general huyó llevándose el dinero público y el recolectado para el armamento; en la imaginación popular ese terrible hurto habría sido el origen de la fortuna familiar de los Prado. Varios historiadores que investigaron el asunto han negado, sin embargo, que el presidente se hubiera apropiado del dinero. Fue el ministro de Hacienda, José María Químper, y el tesorero Julio Pflucker Rico, quienes se encargaron de enviar los fondos mediante cheques y letras de cambio. Ambos resultaron exculpados en las investigaciones que se hicieron después de la guerra respecto del uso de los fondos. Con el dinero se adquirieron dos barcos; uno de ellos llegó al Perú, mientras el otro fue embargado por los acreedores.
En la presidencia quedó el general La Puerta, quien fue depuesto a los pocos días por Nicolás de Piérola. Éste, en un furibundo decreto del 22 de mayo, declaró a Prado traidor a la patria y le retiró sus grados militares y todos sus derechos ciudadanos. En 1887 Prado volvió al Perú; poco se conoce de sus quehaceres en esos años, ya alejado por la fuerza de la opinión pública y de la política. En 1899 regresó a París, donde falleció el 5 de mayo de 1901. Al año siguiente su cadáver llegó al Callao y fue trasladado al mausoleo de la familia de su yerno, Juan Manuel Peña Costas. Cuando su hijo Manuel desempeñaba la presidencia de la república, en 1944, intentó que el féretro de su padre ingresara al Panteón de los Próceres nacionales, lo que fue rechazado por el ejército.
Fuente: Biografías y Vidas
Que interesante !!
Una pagina mas de infamias que la historia oficial no cuenta
PARA MENTIR Y COMER PESCADO, HAY QUE TENER CUIDADO . Si BIEN LA MANIOBRA DE SALIDA DE PRADO FUE IMPOLÍTICA, NO TIENE SENTIDO LLAMARLO traidor por este hecho, por cuanto : estaba autorizado a salir del país, según resolución del congreso; y mandar a las FFAA. Si fuese cierto que quisiera huir del Perú, ¿ por qué no renunció antes ?Además, no salió del perú, como siempre se dice por ahí, con los fondos donados por la población, sino con unos para su viaje ; los fondos quedaron en Lima, y fueron luego gastados por Piérola con la Comisión PFLUCKER Y RICO, según los anales de la hacienda pública del perú de DANCUART y RODRÍGUEZ , que nos toica leer, antes que repetir viejas patrañas , cuyo único valor es estar arraigadas malamente en la población . GUSTAVO GUILLÉN LÓPEZ DE CASTILLA
claro, autorizado para salir con una mision . mision que la nacion encomendo y que jamas cumplio. fue un miserable traidor de la patria. No hay duda.