21 de septiembre: Día Internacional de la Paz

la PazLa paz. Ese concepto que nos remite inicialmente a un plano espiritual de tranquilidad, de calma y sosiego y que, en segunda instancia, adquiere un significado sociopolítico -los estados buscan llegar a “acuerdos de paz” todo el tiempo, casi como si se tratara de un hecho artificial, al que es necesario “llegar” pues siempre se está en el lado opuesto, es decir en la guerra celebra este 21 de septiembre su día internacional, una disposición de la ONU que rige desde 1981. La paz bíblica, esa que hoy parece imposible de alcanzar salvo cuando las personas fallecen (“Que En Paz Descanse, Q.E.P.D.”, es una frase común que se usa en los obituarios, cuyo equivalente en inglés es el “Rest In Peace, R.I.P.”) ha quedado en nuestro imaginario colectivo en forma de símbolo: una paloma blanca que porta una rama de olivo, la señal que envió Yavé una vez concluido el diluvio del cual solo escapó Noé y su mítica arca. De nosotros depende que el Día Internacional de la Paz sea más que un símbolo y se convierta en una permanente búsqueda por erradicar la violencia y preservar la convivencia pacífica, aunque la historia de la humanidad nos diga generalmente lo contrario con sus sangrientos conflictos inspirados siempre en la ambición humana por tener más dinero, más territorios y/o más poder.

Según muchos historiadores, el siglo XX fue un siglo de corta duración. Comenzó con la Primera Guerra Mundial el año 1914, la guerra de la que se pensó que sería la contienda que traería la paz duradera, y terminó el año 1989 con la caída del Muro de Berlín. En esos 65 años, la humanidad fue testigo de dos Guerras Mundiales, dos terribles conflictos armados que acabaron no solo con la vida de millones de seres humanos sino que mostraron al mundo de lo que es capaz el hombre cuando está obnubilado por la intolerancia, los prejuicios y la animadversión. El mundo no ha podido recuperarse de la banca rota moral que significó la Segunda Guerra Mundial. El filósofo alemán Theodor Adorno reflexionó sobre el Holocausto con las siguientes palabras: “Después de Auschwitz no se podrá nunca más hacer poesía”. Lo que Adorno quería decir es que con los campos de concentración el hombre había descendido hasta lo más bajo, era imposible a partir de estos hechos olvidar lo ocurrido y crear algo bello.

El fin de la Segunda Guerra Mundial solo dio paso a otra serie de confrontaciones bélicas como las guerras de Corea y Vietnam y las intervenciones militares en las que se ha visto envuelto Estados Unidos y sus aliados de la OTAN en Irak y los países de América Central. La creación del Estado de Israel en 1948 originó un conflicto cuyas secuelas seguimos viviendo hasta hoy.

Hasta la caída del odiado muro berlinés, el mundo vivió en un período que se conoció como la Guerra Fría, un permanente estado de alerta ante lo que podía ser el estallido de otra gran guerra contra Unión Soviética, felizmente esto nunca aconteció. Cuando parecía que finalmente se había logrado reducir el número de conflictos alrededor del mundo, la Península de los Balcanes fue escenario de otro terrible conflicto armado durante la década de los años noventa. Los crímenes de guerra cometidos durante la guerra que azotó a Bosnia Herzegovina y Serbia no han podido ser esclarecidos del todo y las heridas de aquellas masacres permanecen aún presentes en el pensamiento colectivo de quienes las sufrieron.

Las guerras nunca terminan con la firma de un tratado de paz que pone fin a las hostilidades, sino que desatan una serie de consecuencias nefastas: venganza, dolor, traumas, sufrimiento, que tardan muchísimo tiempo en desaparecer por completo. Hoy en día vivimos conflictos en Siria, Irak, Oriente Medio y Ucrania, todos estos enfrentamiento son potenciales detonantes de guerras que podrían envolver a muchos países de nuestro planeta.

La paz no debe ser comprendida como la ausencia de violencia, maltrato y persecuciones porque existen muchas otras formas de agredir y someter a grupos de individuos. Entre estas otras maneras de convulsionar la paz mundial se encuentran la pobreza, la indiferencia, la corrupción y el desconocimiento de la situación de vida de los pueblos del mundo.

En 1981, la Asamblea General de las Naciones Unidas, una institución que nació justamente como resultado de la Segunda Guerra Mundial y las profundas heridas que esta provocó, decidió proclamar al 21 de septiembre como Día Internacional de la Paz. Esta conmemoración anual es una iniciativa que la Asamblea de la ONU ha realizado a fin de mermar las probabilidades de nuevas y terribles guerras que suman al mundo en más dolor y desesperanza.

La carta de la ONU hace un llamamiento a practicar de forma vivencial valores como la tolerancia y la convivencia pacífica con nuestros vecinos. La filosofía que subyace al día internacional de la paz es la creación de alianzas que fortalezcan una paz permanente a través de planes de resolución pacífica de conflictos.

Este esfuerzo requiere el compromiso leal y honesto primero por parte de los gobiernos que representan a los países de la Comunidad Internacional. Es imperativo que estos países, y sobre todo los que detentan el poder y tienen más influencia sobre los acontecimientos mundiales, elaboren planes, comisiones y estrategias a fin de evitar las guerras, la violencia, la indiferencia y la animadversión a la que lamentablemente es tan proclive la naturaleza humana. Celebremos en el Perú y en todo el mundo el Día Internacional de la Paz como uno de los máximos objetivos a cumplir para legar un planeta con pocos conflictos a las futuras generaciones.

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