Cómics: El noveno arte

Cómics: El noveno arteQuienes hayan cruzado la barrera de los 40 años recordarán que, cuando fueron niños y adolescentes, nadie en el Perú les decía «comics» a esas publicaciones de dibujos que, en breves viñetas de periódicos o en cuadernillos impresos a todo color, a manera de pequeñas revistas, contenían historias que iban de lo fantástico y sobrenatural a lo romántico y divertido. Las primeras, las que figuraban en la sección «Amenidades» de los periódicos, se llamaban «tiras cómicas» mientras que a las segundas, que no venían asociadas a ningún diario o revista, se les llamaba «historietas» o más coloquialmente, «chistes». Los chistes siempre fueron populares, una de las principales formas de entretenimiento gráfico para la juventud y una manera muy imaginativa de incentivar a la lectura asociándola a ilustraciones, aunque en exceso solían ser catalogados como una distracción que alejaba a la muchachada del estudio y las tareas. La evolución de las historietas fue vertiginosa, en todo el mundo, y sus personajes y universos paralelos pronto comenzaron a hacerse muy populares, al punto de que comenzaron a trasladarse a otros medios de comunicación como el cine y la televisión. El término «comic» proviene del inglés, y es derivado del «comic strip» -traducción en inglés de «tira cómica»- y actualmente ya existe la versión castellanizada del vocablo, con tilde en la «o» como el título de este post. Con casi 200 años de historia -se dice que los primeros cómics se publicaron en Europa en la década de 1820- hoy los cómics son considerados tanto un medio de comunicación como un arte de alta sofisticación y significado, y sus fanáticos y estudiosos se cuentan por millares en el mundo entero. En esta nota aprenderemos un poco más acerca de los cómics y su influencia moderna, así como una relación de los más conocidos.

En la cultura y las artes populares desarrolladas en el siglo 20 hay manifestaciones que nos acompañan prácticamente desde siempre y, por ser tan obvias, no reciben la atención o la consideración que realmente merecen. O que quedan estancadas en un solo concepto masivamente utilizado por sus características comerciales, lo cual hace que se deje de lado su profunda variedad de matices y se hable únicamente de lo superficial, lo que más se ve y se vende. Esta lógica del mercado impide que se entienda la verdadera dimensión de estas manifestaciones y los nuevos públicos crecen con una visión parcial, incompleta y hasta errónea de lo que hay detrás de cada movimiento artístico y sus influencias en la sociedad.

Eso sucede con los cómics, una de las más imaginativas y diversas formas de expresión artística que actualmente es considerada una de las artes más importantes de la era moderna. De hecho, dentro del esquema de las Siete Artes planteado hace más de 100 años por el italiano Riccioto Cannudo, en el cual el cine es el séptimo arte, el cómic ha sido incluido como el noveno arte después de la fotografía. Esta denominación no está aun muy extendida pero guarda una vinculación directa con la realidad del cómic debido a sus alcances e influencias que ha cubierto desde lo artístico y comercial hasta lo social y político, en diversas épocas e idiomas.

Aunque los historiadores teóricos del cómic argumentan -y con bastante razón- que sus orígenes podrían ubicarse en las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira, hace millones de años, en realidad las historietas y tiras cómicas comenzaron a surgir en Europa y EE.UU. a lo largo del siglo 19 de nuestra era, con publicaciones en periódicos locales. Se les llamó «comics» prácticamente desde el principio, a pesar de que no todas las tiras y viñetas eran necesariamente humorísticas en el sentido lúdico o de entretenimiento sino de sátira social y política. A ambos lados del Atlántico surgieron historietistas e ilustradores que fueron creando, de manera vertiginosa y diversa, gran cantidad de personajes y mundos paralelos, que fascinaban tanto a públicos adultos como adolescentes y niños. La combinación de dibujos -a color o en blanco y negro- con historias fantásticas, divertidas, románticas, y textos de tipografía simple y de fácil lectura, se instalaron de inmediato en el imaginario colectivo popular en los cinco continentes.

Uno de los temas que más ha contribuido a la popularidad de los cómics alrededor del mundo es el de los superhéroes. Sin entrar al detalle en este fascinante y amplio tema, estos personajes -seres humanos o extraterrestres con poderes sobrenaturales, adquiridos de diversas maneras, que luchan contra la delincuencia o enemigos igual de poderosos- comenzaron a aparecer en las primeras décadas del siglo 20, siendo los más antiguos El Zorro (1919), Popeye (1928) o Flash Gordon (1934), con características similares a las de héroes antiguos del folklore europeo como Guillermo Tell o Robin Hood, pero adaptados a su propia época y procedencia. Hay dos momentos de explosión creativa en esto de los superhéroes: finales de los años 30s e inicios de los 40s; y la primera mitad de los años 60s. En la primera etapa surgieron personajes como Superman, Batman, La Mujer Maravilla, El Capitán América, Linterna Verde, Flash, Shazam y Fantomas, solo por mencionar a algunos (todos surgidos entre 1938 y 1942). En la segunda etapa (entre 1961 y 1965), historias como las de El Hombre Araña, Hulk, Iron Man, Thor, Los Cuatro Fantásticos y los X-Men surgieron gracias al trabajo de su creador, el escritor y editor Stan Lee, que sigue produciendo historias a los 93 años de edad.

En contraposición al cómic norteamericano, muchas veces catalogado como escapista y demasiado fantasioso, existe también una enorme tradición de cómic europeo, también surgida en esos años en que los cómics se desarrollaron prácticamente como un género oculto y alternativo, que muy pocos tomaban en serio. A diferencia de los superhéroes enmascarados y sus poderes de ciencia ficción, los personajes de los ilustradores europeos tienen características más terrenales y sus actividades tienen relación con la vida cotidiana. Uno de los famosos es Las aventuras de Tintín, del belga Hergé (nombre real: Georges Remi), en que el personaje central es un periodista de investigación con aspecto infantil que recorre el mundo solucionando enigmas. A finales de los cincuentas apareció en Francia Asterix, cómic que narra las peripecias de una villa de galos mientras se defienden de la invasión romana. Historia universal y costumbrista combinada con diversión y valores como la lealtad, el heroísmo, todo en un envoltorio de ilustración divertida que fue de los favoritos del público en esos años.

Uno de los cómics más famosos es, por supuesto, Peanuts -más conocidos entre nosotros por sus personajes centrales, el niño Charlie Brown y su mascota Snoopy- que se publicó ininterrumpidamente entre 1950 y el año 2000, y fue traducido en más de 20 idiomas. Junto a los universos paralelos de DC Comics y Marvel, las dos casas editoriales de superhéroes más exitosas de EE.UU., y a la galería de personajes creados por Walt Disney, Charlie Brown y su pandilla, creados por Charles M. Schulz, convirtieron a la industria del cómic en generadora de millonarias ventas no solo de las revistas sino también de merchandising diverso que va desde polos y gorras hasta tazas, juguetes o artículos de oficina con los nombres e imágenes de sus personajes.

En Japón se dio el fenómeno del manga, con personajes como Astro Boy que aparecieron durante el periodo de ocupación de Japón por los EE.UU., tras el desastre de Hiroshima-Nagasaki, entre 1945 y 1952. Sin embargo es en las décadas de los 70s, 80s y 90s, con el auge de las series de televisión de dibujos animados que se produce una nueva ola de personajes fantásticos desde el Japón, con enorme diversidad de temas y segmentación de públicos: desde las historias para niños de superhéroes como Fantasmagórico, Capitán Futuro o Mazinger Z hasta novelas en dibujos orientadas al público infantil femenino como Marco, Candy, Mi Pequeño Pony o Angel. Existe un debate acerca de si se deben considerar cómics a estas series por ser animadas, pero ese es otro tema.

En Latinoamérica se desarrolló también el cómic, con especial énfasis en Argentina y México. Joaquín Salvador Lavado, más conocido como Quino, es el creador de Mafalda, una niña de inteligencia aguda y sensibilidad social que hasta hoy es publicada en cientos de periódicos de habla hispana y cuya existencia formal, sin contar las reediciones y publicaciones actuales de tiras originales, duró de 1964 a 1973. En la misma línea, el rosarino Roberto Fontanarrosa creó en 1972 personajes como Inodoro Pereyra El Renegado, un guacho que siempre se mete en problemas; o Boogie El Aceitoso, un asesino a sueldo norteamericano, racista y extremadamente agresivo, que haría temblar a cualquiera. Desde México llegó Hermelinda Linda, una bruja de aspecto horripilante y con enorme carga de humor negro y satírico. En Chile, René Ríos «Pepo» dio origen  en 1949 a Condorito, una de las historietas más populares en toda Hispanoamérica, un cóndor pendenciero y de buen corazón con una galería de personajes y situaciones que hoy son todo un clásico de la historia gráfica en nuestro idioma.

En el Perú el cómic también tiene una historia larga que se remonta a inicios del siglo 20, y se caracterizó por una incidencia en el tema de las sátiras y críticas social y política, como las ilustraciones del tacneño Julio Málaga Grenet que sirvieron para el semanario Monos y Monadas de Leonidas Yerovi. Con los años, esta tendencia al humor gráfico de corte político se acentuó y hoy tenemos a caricaturistas como Carlos Tovar «Carlín», Juan Acevedo -creador de El Cuy y el Perro Cholín– o Alfredo Marcos que ironizan a través de la viñeta con humor cargado de venenosas e inteligentes crónicas de actualidad. El mejor aporte peruano a la subcultura de superhéroes fue la saga del Super Cholo (o Supercholo), que se publicó entre 1957 y 1965 en el suplemento Dominical de El Comercio, con ilustraciones de Víctor Honigman y textos de Francisco Miró Quesada Cantuarias que firmaba bajo el pseudónimo de Kronos (esta saga fue republicada en los 80s en el mismo suplemento). En los 90s el ilustrador Carlos Castellanos hizo una nueva versión del Supercholo, más moderna y espacial.

Un rasgo común en todos estos cómics es que la gran mayoría de ellos han sido adaptados a series animadas para televisión y cine (en dibujos y con actores reales), con resultados desiguales según la época, las posibilidades tecnológicas y la calidad de las adaptaciones. Lo mismo ocurre con las novelas gráficas, historias más complejas y elaboradas que convierten al cómic en libros de largo aliento como por ejemplo Maus y V for Vendetta, ambas creadas en la década de 1980, en Estados Unidos e Inglaterra respectivamente, con historias densas que retratan problemas políticos y sociales reales como el holocausto nazi o la dictadura como sistema de gobierno, evidenciado el alto grado de sofisticación y complejidad que ha alcanzado el cómic en la actualidad, tendencia que también se nota en el desarrollo del cómic japonés, de vertientes amplias e insospechadas.

Como vemos, se trata de un tema que, a partir de simples dibujos y viñetas, abre un abanico de historias y mundos paralelos que, a pesar de su naturaleza escapista y surreal, nos invitan a adquirir conocimientos nuevos y aprendizajes múltiples, razones por las cuales se justifica su denominación como arte.

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