El ejemplo de Paolo Guerrero

Paolo GuerreroEn estas épocas de Navidad, es necesario valorar y realzar los buenos ejemplos que generen identificación con las poblaciones más necesitadas. Frente a los engreimientos de Claudio Pizarro, las vulgaridades superficiales de la televisión comercial y los sueldos dobles de ministros y congresistas, lo que acaba de hacer el futbolista Paolo Guerrero Gonzáles es digno de todas las portadas. Nuestra niñez, tan desprotegida por los afanes voraces de quienes todo lo ven rating y publicidad, tiene por fin alguien a quién admirar. Felicitamos a este exitoso deportista que, una vez más, demuestra ser un buen ser humano dentro y fuera de los campos de futbol.

Proveniente de un hogar humilde y ligado desde siempre al Alianza Lima, Guerrero se empapó de futbol desde niño, gracias a su tío, el famoso arquero José Gonzáles Ganoza, quien pasó a la inmortalidad como una de las víctimas de aquel trágico accidente aéreo de diciembre de 1987. Su carrera es conocida ampliamente y en internet ya figuran biografías y reseñas completas de los equipos en los que ha jugado, los goles que ha hecho y los contratos que ha firmado, que además son temas permanentes en las páginas deportivas de todo el mundo.

Pero lo que acaba de hacer este joven delantero es una demostración de humildad, de sensibilidad, impropias en un jugador peruano promedio, más preocupado en las diversiones. las francachelas y los engreimientos que les llegan junto a la fama y el estatus de jugador «de élite».

Más de 600 niños pobres, en tres distritos de Lima, recibieron de Paolo Guerrero no solo regalos, donaciones y demás cosas materiales, sino la sonrisa, el abrazo, la calidez de un ser humano real, que no tiene ningún problema de mostrarse tal cual es, desprovisto de poses y actitudes a las que otros jugadores, de su misma generación y hasta de su mismo origen, nos tienen acostumbrados.

Paolo Guerrero es consciente de que tiene el poder de cambiarle la vida a ese niño que, ilusionado con la fantasía de ver en televisión a una especie de superhombre que hace goles imposibles, que se desvive cuando juega por la selección peruana y que juega igual en cualquier estadio del mundo, lo ve a pocos metros extendiéndole la mano, acariciándole la cabeza o dándole algún consejo. Sin ser un intelectual, Paolo Guerrero intuye que, así como él se maravilló de pequeño junto a los grandes futbolistas aliancistas que conoció, esas criaturas que saltan y gritan su nombre patearán sus pelotas mañana, pensando que también pueden triunfar, como lo hizo él.

Felicitaciones a Paolo Guerrero por este gesto de elevación y sencillez, dos cualidades poco comunes y poco valoradas por nuestra sociedad.

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