El sufragio universal: ¿Qué es?
El voto es secreto, obligatorio, individual. Actualmente las personas lo dan por hecho, sin embargo fue un derecho conquistado gracias a las corrientes filosóficas que, en épocas ancestrales, dieron forma al sistema político conocido como “democracia”, palabra que surge de la unión de dos vocablos griegos: “demos” y “cratos” -que significan “pueblo” y “gobierno” respectivamente- que a su vez apareció como la alternativa popular frente a los tradicionales gobiernos monárquicos y autocráticos, en los cuales el pueblo no tenía más opción que la de aceptar la dirección de una cúpula o de una persona. En ese sentido, la definición formal y más extendida de “democracia” es “gobierno del pueblo”. Y su máxima expresión es, por supuesto, el acto en el cual la población, en pleno uso de sus facultades mentales y físicas, elige de manera libre y soberana a sus autoridades. Sin embargo las múltiples distorsiones asociadas a las contiendas políticas, las cuales van desde campañas de desinformación para favorecer o desfavorecer a determinadas tendencias políticas, acicateadas por grupos de poder económico que busca dirigir los procesos electorales para que salga elegido quien convenga más a sus intereses particulares hasta el surgimiento de diversas y cada vez más incontenibles “estilos” de hacer política, hacen que el acto mismo de participar en las elecciones, es decir, ir a votar, se haya convertido en una suerte de formalidad que no gozaría de plena credibilidad, una problemática que aqueja al mundo entero. Veamos en esta nota una breve historia del sufragio universal:
El principio de la regla de la mayoría -“mayoría manda”- es fundamental para entender la dinámica de las votaciones contemporáneas. Conceptos como “mayoría simple”, “mayoría absoluta”, “primera vuelta” y “segunda vuelta” están íntimamente relacionados con esta regla, según la cual se deciden los resultados sobre la base de la opinión mayoritaria. Este principio, fundamental del sistema político democrático, se replica en todas las actividades públicas y privadas del hombre moderno. Por ejemplo, si un grupo de 3 o más amigos están indecisos sobre dónde ir a almorzar, lo más probable es que hagan lo que la mayoría prefiera. Esta lógica, sencilla a primera vista se complica cuando hablamos del sufragio universal.
En la Grecia antigua, fueron filósofos como Platón y Aristóteles los primeros en defender la democracia como sistema de convivencia ciudadana, como una forma más adecuada de llevar adelante la urbe, en lugar de la autocracia según la cual todos aceptaban, sin importar si estaban de acuerdo o no, los designios de la autoridad impuesta por la fuerza, por antigüedad, por herencia o por proclamación antojadiza. El voto o sufragio es la expresión máxima de este sistema político que es tan antiguo como la civilización. La posibilidad de elegir, entre varias opciones, y aceptar lo que la mayoría finalmente determine.
Conceptualmente hablando, en términos electorales, en un grupo de 100 personas, 51 constituyen la mayoría absoluta (“la mitad más uno”) y es el requisito básico para que unas elecciones se decidan en “primera vuelta”. Pero como por lo general no solo hay dos ni tres opciones, los porcentajes se atomizan y de un grupo de 100 puede ser que la mayoría no llegue a la mitad. Esta mayoría, la “mayoría simple”, no basta para ganar una elección en diversos sistemas electorales (entre ellos el de nuestro país). Por ello si la mayoría es, por ejemplo, de 28% con el 72% restante repartido en cantidades menores, será necesaria una “segunda vuelta” entre las dos primeras opciones. En esta segunda vuelta sí rige la mayoría simple al haberse restringido la cantidad de opciones reales a 2, con una tercera de indecisos o personas que no quieren votar (nulos, en blanco).
El sufragio universal consiste en el derecho a voto de toda la población adulta de un Estado, independientemente de su raza, sexo, creencias o condición social. Habitualmente se refiere, de forma más concreta, a la extensión del voto a la población adulta femenina, aunque se ha dado el caso en algunos países que podían votar hombres y mujeres de raza blanca y el sufragio universal supuso extender ese derecho a otras razas.
En 1789 el poder político comenzó a estar en manos de presidentes y cámaras de representantes, resultando necesario regular su sistema de elección. A lo largo de los siglos XIX y XX se fueron estableciendo sistemas electorales que comenzaron siendo muy restringidos y limitados a una élite, hasta establecer sistemas de reconocimiento universal del voto.
¿Es el sufragio en el Perú libre? No. Al ser obligatorio, pierde su condición de libre. Incluso el ciudadano que no asiste a votar es castigado con una multa económica. En sistemas electorales el voto es libre y la opción de no ir a votar es considerada también una opinión del sector de la población que tome esa decisión. Por ello se dice que en el Perú más que un derecho, votar es un deber.
Actualmente pueden votar todos los ciudadanos peruanos, hombres y mujeres mayores de 18 años, que residan dentro y fuera del país. En el caso de peruanos que viven fuera, pueden votar en las respectivas embajadas o consulados de nuestro país en el extranjero, los cuales acondicionan y dan las garantías a cada votante de cumplir con su deber y votar. No siempre fueron así las cosas. Hasta antes de 1956 solo votaban los hombres mayores de 21 años, las mujeres no tenían el deber ni el derecho de votar. Asimismo, es recién desde las elecciones de 1980 -hace 36 años solamente- que la mayoría de edad quedó establecida en 18 años.
Vivir en democracia no solo equivale a que las decisiones de la mayoría sean respetadas al momento de votar sino que, en cada uno de los diferentes niveles de la actividad e interacción humana prime la legalidad, el respeto por el bien común, la honestidad en el manejo de resultados y sobre todo, que la autoridad elegida honre los motivos por los cuales recibió el respaldo de la ciudadanía votante y no utilice esta herramienta formal -las elecciones- para alcanzar un resultado positivo que luego le permita ir en contra de aquello que dijo o hizo para convencer a la población a que le brinde su apoyo electoral.
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