Incendio en Larcomar: La inseguridad de nuestros centros comerciales

Incendio en LarcomarEl pasado miércoles 16 de noviembre, un día antes de que se diera inicio a las sesiones de la cumbre de líderes de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), se produjo un terrible incendio en las salas de cine de Larcomar, el centro comercial limeño más visitado por locales y turistas. El lamentable saldo de cuatro vidas perdidas en este siniestro ha puesto sobre el tapete, como si se tratara de una novedad que nadie era capaz de ver con anticipación, la falta de seguridad en los centros comerciales de la ciudad, acostumbrada a pensar que «nunca pasa nada» y que califica de exageración todo intento de prevención que busque ordenar el caos en que se mueven estas actividades comerciales. Nosotros, como educadores, debemos ser claros frente a los alumnos: no es posible tolerar esta clase de negocios que juegan con nuestras vidas. No existe película que valga tanto la pena como para exponer nuestra seguridad con tal de ir a verla al cine o centro comercial de moda.

Un local comercial que invierte millones de dólares en publicidad masiva y que es permanentemente promocionado por líderes de opinión, personajes de farándula y medios de comunicación como uno de los orgullos turísticos de cara al primer mundo, se consume en llamas por un cortocircuito. Humo altamente tóxico termina con la vida de cuatro trabajadores y amplias zonas con negocios que van desde salas de cine hasta restaurantes y boutiques que ofrecen a sus visitantes un estatus socioeconómico distinto, solo por el hecho de visitarlas, terminaron destruidas ante nosotros a causa de que sus administradores y promotores no cumplieron con actualizar los sistemas de seguridad contra incendios. Toda una contradicción al modelo de desarrollo económico basado en el consumo y la diversión globalizada.

Los mismos medios que han publicado todo el tiempo estas noticias y avisos en los que se ensalzaban la sofisticación y la calidad de Larcomar como centro comercial, ahora lo señalan con el dedo y lo investigan, con acuciosidad sobreactuada, tras el desastroso y trágico incendio de la semana pasada. A puertas de las fiestas navideñas, las comparaciones con otras tragedias como la ocurrida en la discoteca Utopía o en pleno Mercado Central, que también tuvieron como causa el uso irresponsable de fuego y conexiones descuidadas en espacios cerrados y atestados de gente, vuelan por el aire en redes sociales y reportajes dominicales. La pregunta es ¿qué aprende nuestra población después de hechos tristes y dolorosos como estos? ¿por qué vuelve a ocurrir, en contextos aparentemente distintos, lo mismo? ¿no estábamos concientizados ya?

La reflexión suena repetitiva pero, a la luz de las columnas de humo negro que vimos hace solo una semana en Larcomar, parece que no ha calado lo suficiente. Tenemos una memoria de muy corto alcance y no será nada extraño ver que, unos cuantos meses después, los cines ubicados en esos sótanos vuelvan a abrir -lo cual no significará necesariamente, por supuesto, que todas las fallas de seguridad detectadas ahora, después de la tragedia, hayan sido rigurosamente corregidas- y vuelvan a abarrotarse de personas que pondrán, por delante de su propia seguridad, el deseo irrefrenable de estar allí, en el estreno con alfombra roja, para codearse con sus estrellas de televisión favoritas.

Lo cierto es que este incendio es solo una muestra más de lo que hay detrás de la aparente prosperidad representada por tiendas de artículos de lujo: la informalidad de las empresas que se saltan todas las leyes del sentido común, la indiferencia de las autoridades municipales que prefieren dilatar con pretextos en lugar de asumir su cuota de responsabilidad, y la probable impunidad que cubrirá a gerentes, administradores, funcionarios, que miran al costado echándose la culpa unos a otros. Puede ser en Larcomar o en las galerías de Gamarra -los extremos del espectro socioeconómico limeño- pero el resultado es siempre el mismo: trabajadores inocentes fallecidos, responsables intocables. Ambos establecimientos, que se publicitan todo el año como la panacea de la modernidad (Larcomar) o el emporio de los emprendedores (Gamarra) son hoy una sola cosa: Bombas de Tiempo.

¿Cómo orientar a nuestros alumnos para reconocer la realidad en medio de los condicionamientos de la publicidad y las necesidades que nos crean en términos de consumir, ir al cine, comprar regalos a menor precio? ¿Cómo hacemos entender de una vez por todas a nuestros vecinos, colegas, familiares, que si un lugar como estos no ofrece seguridad -porque carece de rociadores de agua o extinguidores, porque tiene tantos enchufes conectados a la vez que están al borde del corto circuito todo el tiempo, es mejor no ir? ¿Se imaginan de qué estaríamos hablando si el incendio en Larcomar hubiera sido a las 8 de la noche, con todas las salas de cine y el patio de comidas repletos de gente?

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One Response to Incendio en Larcomar: La inseguridad de nuestros centros comerciales

  1. JOSE GABRIEL dice:

    LOS PRINCIPALES SON LOS DUEÑOS Y LUEGO EL ALCALDE DE MIRAFLORES PORQUE DEFENSA CIVIL DEBE HACER SU TRABAJO DE ACUERDO A LA ULTIMA NORMATIVIDAD SOBRE SEGURIDAD Y LA SUPERVISIÓN, QUE SE REALIZO PERO DEFICIENTEMENTE.

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