Mundial Rusia 2018: Moderando emociones
Después de los tres partidos que ha jugado nuestra Selección Nacional de Fútbol en el Campeonato Mundial Rusia 2018, hay una serie de lecciones que debemos aprovechar para instalar en la mentalidad de nuestros estudiantes para que las derrotas sobre la cancha se conviertan en triunfos que trasciendan los gramados deportivos y lleguen más allá. La población ha seguido atentamente los acontecimientos a través de las imágenes de la televisión y ha podido sentir la emoción, la pena y la euforia de ver, en tierras lejanas, flamear una bandera blanquirroja o de escuchar, cantada a todo pulmón por miles de compatriotas, canciones emblemáticas de nuestro orgullo como nación. Aprendamos todos de ello.
La entrega de nuestros jugadores, jóvenes cuyas edades oscilan entre los 21 y los 34 años, por defender los colores de la camiseta nacional, es solo una de las tantas enseñanzas que deja este mundial de fútbol, tan especial por el Perú pues se trata de la primera vez que se clasifica, después de casi cuatro décadas de campañas deportivas fallidas y atravesadas por actitudes indisciplinadas y hasta corruptas, que fueron resultado de un deterioro sistemático de valores como la humildad, la responsabilidad profesional y el amor a la camiseta.
Una de las imágenes más poderosas que nos deja esta participación de Perú en el mundial será, sin lugar a dudas, aquella en la que un estadio con capacidad para más de 45 mil personas se vio colmado de hinchas peruanos, compatriotas que entonaron a voz en cuello, con lágrimas en los ojos y sonrisas en los labios, dos canciones que representan a nuestro país: el Himno Nacional y Contigo Perú. Ambas composiciones, de 1821 y 1977 respectivamente, condensan todos aquellos sentimientos que necesitamnos recuperar y tener presentes siempre cada vez que soñemos con un país más justo, equitativo, y libre de corrupción.
Si las nuevas generaciones de niños y niñas que, hasta hace unos días, gritaban los apellidos de Guerrero, Flores, Tapia, Carrillo y Gallese, con las caritas pintadas y sus polos de Perú bien puestos, trasladasn esa pasión por su país a su vida diaria y estudian con las mismas ganas de honrar al país, nos espera un futuro brillante. Nosotros, los maestros, somos los encargados de hacer que esa chispa no sea apagada por la implacable realidad, a veces mucho más oscura, compleja y perversa que las ilusiones de los seguidores de esta blanquirroja.
Los sentimientos de frustración por la derrota también enseñan, templan el carácter y moderan la sensación de "haberla hecho" que, a veces, los medios y los entornos suelen proponer de forma complaciente, tanto a los jugadores como a cualquiera de nosotros en nuestras vidas cotidianas. Aprender a perder con hidalguía, sin bajar los brazos, aceptando los errores para después prepararse y corregirlos, es una enseñanza de gran valor para la vida futura. Y el público por supuesto, también es parte de ese aprendizaje.
Pero quizás la enseñanza más importante que podemos recoger de este mundial, de las tantas que van apareciendo, es el reconocimiento de las diferencias que aun existen en nuestro país, en términos de promoción igualitaria de las oportunidades según el tipo racial. No es casualidad que la mayoría de jóvenes que deciden dedicarse al fútbol como única esperanza de ascenso económico, provengan de familias afroperuanas, mestizas e indígenas, ya que ninguno de estos grupos étnicos tiene las mismas oportunidades de educación, escolar y universitaria, que tienen sectores históricamente más privilegiados como la capital.
La participación de Perú en el mundial no es exitosa en cuanto a resultados -perdimos dos partidos, ganamos uno- pero sí lo es por lo demostrado: profesionalismo, coraje, seriedad para cumplir su trabajo y dedicación en búsqueda de retribuir el cariño de su hinchada. Quizás el país no vaya a cambiar en el futuro inmediato -después de todo, el fútbol es solo un deporte y un gran negocio- pero depende de nosotros si sabemos leer estas jugadas, estos momentos pequeños, para aprovecharlos y hacer que a partir de ellos salgan nuevas mentalidades, más limpias y predispuestas a no caer en la informalidad, la deshonestidad y el facilismo que vemos en otros sectores de la vida pública en el Perú.
Necesitamos moderar los sentimientos que este mundial ha removido: desde la euforia por la clasificación hasta la frustración por no haber obtenido los resultados deseados, todas esas emociones deben hacernos crecer como personas y no tomar control de nuestra racionalidad. Muchas veces, el fútbol y las expectativas que genera son aprovechados por quienes desean mantener distraída a la población. Está bien vibrar al alentar a una selección. Lo que no está bien es poner tus cinco sentidos en ello de manera exclusiva, como si fuera lo único capaz de hacerte sentir amor por el Perú, un país que tiene tareas mucho más importantes que ganar un partido de fútbol.
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