Oswaldo Reynoso (1931-2016): In Memoriam
Oswaldo Reynoso Díaz, escritor que recibió en el año 2006 nuestra Medalla de Honor José Antonio Encinas y Jurado Calificador de la categoría Cuento de múltiples ediciones del Premio Horacio, falleció esta madrugada a los 85 años de edad, de manera sorpresiva para sus colaboradores más cercanos pues gozaba de muy buena salud. La noticia comenzó a correr como reguero de pólvora entre lectores, escritores, periodistas, críticos y gestores culturales que reconocen en él a uno de los creadores de la palabra más talentosos y consecuentes de la historia moderna de nuestras letras. Reynoso, autor de Los inocentes (1961) no solo era escritor sino que también ejerció la docencia, desde su especialidad de Lengua y Literatura. De innegable filiación con loas ideas socialistas que tanto incomodan al establishment, sus relatos urbanos y realistas se convirtieron en títulos de culto entre los iconoclastas que buscaban trascender a la literatura amable y comercial. Hoy su adusta mirada es titular de bandera en todos los medios que rinden culto diario a la banalidad y el escándalo farandulero. Aquí una semblanza del maestro.
Lo recordamos disertando con pasión y conocimiento de causa acerca de la literatura peruana de los años 60s, en el pabellón de País Invitado de Honor que tuvo el Perú en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Colombia) en el año 2014, frente a un auditorio de escritores y lectores jóvenes que, seguramente, no tenían ni idea de quién era ese lúcido señor de cabellera frondosa y blanca.
Sus palabras eran sólidas y precisas, su mirada contenía esa sabiduría que dan la experiencia y la sensibilidad a través de décadas de trabajo literario, lucha docente y conciencia social. Era un templario de las letras condenado al ostracismo por sus ideas frontales contra lo establecido. Hoy ocupa todos los titulares y páginas web de los medios de comunicación convencionales. Como siempre la muerte se convierte en la coartada perfecta para quienes ven en la cultura un producto aburrido, de poco rating.
También vienen a nuestra mente sus voces de protesta artística en contra de los organizadores del Plan Lector, ese famoso programa estatal reservado para los populares, los amigos de los amigos de los amigos y los vendedores de best-sellers; pero cerrado con triple candado para los escritores incómodos, cuyo arrebatado talento prefiere ser ignorado por el establishment.
Fue en la 18 Feria Internacional del Libro de Lima, en la presentación de una antología de obras de Manuel Scorza, el imprecador romántico, el poeta que escribía novelas. En aquella oportunidad, don Oswaldo señaló con el dedo, con valentía y fiereza, a quienes impiden que la buena literatura nacional llegue a nuestros alumnos, a nuestros niños; mientras promueven lecturas fofas pero amables con el sistema, que no revierten el espíritu ni sacuden las conciencia. Lecturas que adormecen y domestican, que embrutecen y conforman.
Oswaldo Reynoso Díaz nació en Arequipa en 1931 y estudió para ser profesor de lengua y literatura, primero en la Universidad Nacional San Agustín de su ciudad natal y luego en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle La Cantuta, en Chosica. Fue en ese lugar donde gestó su primer libro de relatos Los inocentes, que publicó a los 30 años de edad.
Sus historias barruntas, de calle sórdida y lenguaje adolescente, reflejan la estridencia de una mente adelantada a su tiempo, que supo condensar en personajes como Cara de Ángel, las sombrías inquietudes de una generación oculta tras los velos de la oligarquía de los 50s, que tenía miedo al qué dirán y buscaban contactos en el gobierno de turno (como ahora). Rebautizado en los 80s como Lima en rock, este libro se convirtió en el emblema de Oswaldo Reynoso, su tarjeta de presentación, curriculum vitae y legado a la posteridad, todo al mismo tiempo.
Escribió otras novelas y selecciones de cuentos –En octubre no hay milagros (1965), El escarabajo y el hombre (1970), Los eunucos inmortales (1995), En busca de la sonrisa encontrada (2012), entre otros. Todos con ese estilo socarrón, brillante y desprejuiciado. Los inocentes, que sigue siendo su obra más conocida, no le aseguró un novel pero sí le trajo respeto y admiración de un par de generaciones de escritores que no se conformaban con lo convencional, que querían dar un paso más hacia adelante.
Su identificación con los maestros era, más que declarativa e intelectual, de aula y compañerismo, de espíritu de cuerpo y compromiso por la propia vocación magisterial que lo llevó a ejercer la docencia en paralelo a su actividad creativa. Sus colaboraciones con Derrama Magisterial han sido permanentes y muy significativas para la institución, pues nos dio el orgullo de contar con él como jurado calificador en varias ediciones del Premio Horacio Zeballos en la categoría Cuento, trabajo desde el cual leía con fruición e interés las decenas de relatos cortos que llegaban de todos los puntos del país, escritos por maestros y maestras ilusioandos por la idea de que don Oswaldo leyera sus páginas.
En el año 2006, Oswaldo Reynoso Díaz recibió la Medalla de Honor José Antonio Encinas, que nuestra institución otorga a artistas peruanos por sus aportes a la cultura e identidad nacionales. Tuvimos la suerte de homenajearlo en vida y agradecer su trabajo e influencia en nuestra literatura contemporánea. Esta madrugada, a los 85 años de edad, partió de manera intempestiva pues gozaba de buena salud, con varios proyectos en cartera. Que en paz descanse.
Famosa obra, que solo he leído al inicio, su talento y perseverancia de escritor, la enseñanza en su obra queda para la juventud con el esparcimiento d sus ideas de avance y superación.
EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS..UNA LECTURA QUE DEJÓ HUELLA EN MI ALMA..UN NUEVO DESPERTAR…Y FUE UN MILAGRO Y HONOR HABERTE CONOCIDO Y NO FUE EN OCTUBRE….OSWALDO POR SIEMPRE..QEPD…
DIOS TE TENGA EN SU GLORIA…
Excelente escritor y maestro, tu prolífica obra literaria debería ser leída por todos los estudiantes y aquellos que ya dejaron las aulas, por su calidad y trascendencia. Descansa en paz querido maestro.
Recuerdo mucho cuando en una entrevista en el Canal del Estado, expresara que para leer, comprender, escribir bien, nutrir nuestro verbo al hablar; comunicarnos a la altura de los acontecimientos, nunca debemos dejar de hacerlo; como la formación continua de los maestros. ¡GLORIA ETERNA MAESTRO OSWALDO!
SE FUE UN GRAN MAESTRO UN GRAN AMAUTA DE LA EDUCACIÓN PERUANA TUVE LA DICHA DE SER SU DISCÍPULO APRENDÍ QUE UN MAESTRO DEBE SER LÍDER DE SU COMUNIDAD HONESTO HUMILDE SOLIDARIO Y POSEER UNA GRAN IDENTIDAD POR NUESTRO PAÍS
HASTA SIEMPRE MAESTRO DE MAESTROS.