Reflexiones Magisteriales: En el mes de la Patria enseñemos a amar verdaderamente al Perú
Hablar de patriotismo en estos días debe concitar en nosotros una profunda reflexión acerca de qué entendemos por Amor a la Patria. Mientras que la televisión y sus estrellas de cartón, los periódicos y sus planillas publicitarias y la internet inundan sus páginas y pantallas con avisos rojiblancos y mensajes orientados a asociar el aniversario patrio con algún propósito comercial. hay miles de maestros y maestras que inculcan el verdadero sentimiento nacional a través del afianzamiento de valores como la honestidad, el respeto hacia los demás y la convivencia pacífica entre los pueblos. ¿Quién es más patriota? ¿el que vende el pisco sour como emblema de nuestra nacionalidad y después evade impuestos? ¿el que coloca coloridas decoraciones alusivas al Perú en sus sets de televisión mientras embrutece a las generaciones jóvenes encumbrando personajes que solo representan lo peor de la sociedad? Nuestra especialista, la licenciada Yvette Ubillús nos entrega estas reflexiones en las que resalta el verdadero sentido de lo que debe enseñarse a nuestros alumnos con respecto al patriotismo.
Cada vez que llegan estas fechas de Fiestas Patrias, en las cuales se celebra al país y se resaltan sus valores y riquezas, sobreviene un tema que a muchos nos lleva a la reflexión e incluso al debate: ¿Cómo se debe enseñar a los niños y jóvenes el amor a la Patria? ¿Es positivo infundir sentimientos patrióticos en los alumnos? ¿Es posible darles esta enseñanza, a pesar de que hay carencias y dificultades que muchas veces nos limitan en la jornada diaria?
Los maestros tenemos en nuestras manos a los futuros ciudadanos del país. Después del hogar, la escuela es el lugar donde nuestros niños son expuestos a sus primeros acercamientos con el concepto de Patria y la importancia de amarla y respetarla. Los pequeños aprenden los versos del Himno Nacional y es frecuente verlos muy emocionados en los izamientos de la Bandera, cantando con fervor y portando su escarapela.
Los preparamos cuando pequeños para representar a los personajes más notables de la lucha por nuestra independencia y, cuando ya están un poco más grandes, muchos optan por integrar la banda musical del plantel para interpretar las marchas y temas que distinguen al Perú.
Todas estas acciones tienen como objetivo principal inculcar en nuestros alumnos el amor a nuestro país y, sin duda, eso es positivo. Pero, tal vez, deberíamos pensar un poco más allá de los actos conmemorativos y las celebraciones protocolares para preguntarnos si eso es suficiente y en qué medida es bueno que las personas resaltemos con tanta devoción nuestro nacionalismo.
Todas las personas tenemos el derecho a una nacionalidad y de alguna manera eso marca nuestra existencia para toda la vida. Pero una de las premisas del amor a la Patria debería justamente ser que todos somos seres humanos y, antes que a un país, le pertenecemos a un mundo en común, nuestra primera Patria es el planeta tierra, y por ello los seres humanos debemos reconocernos como iguales y entender que el lugar donde nacimos lo amamos, pero eso no significa que es mejor o peor a aquel en el que nacieron otras personas.
No por minimizar, rechazar o hasta denigrar a otros pueblos, el nuestro será mejor. Esa clase de acciones solo desencadena odios y enfrentamientos entre los pueblos. Es verdad que con algunos tenemos un pasado marcado por conflictos bélicos que dejaron heridas hasta hoy recordadas por nuestra historia pero, una vez más, inculcar el rechazo a los otros por tener una nacionalidad diferente a la nuestra no aporta en nada a la causa del Perú.
Un ejemplo claro lo podemos encontrar cuando los equipos fútbol de otros países vienen a jugar a nuestros estadios. Cuando empieza a sonar su Himno Nacional, es muy vergonzoso escuchar que desde las tribunas se desata un ruido ensordecedor que intenta opacar su canción patria. ¿De qué sirve eso? De nada. Nuestro equipo no va a ganar por eso, está comprobado: gana el que juega y hace más goles. Y cuando hacemos esto solo demostramos el poco respeto que nos tenemos a nosotros mismos.
No es excusa que otros lo hagan también. Esa es una vergüenza para ellos por su falta de respeto y de cultura, pero nunca debemos claudicar nuestra educación ante provocaciones de tan bajo nivel. Para quienes se fijaron, durante el último mundial Brasil 2014, cuando se acercaba el momento de entonar los himnos, por los micrófonos del estadio, el locutor pedía a los asistentes: Por favor pongámonos de pie para escuchar el himno nacional de… y ahí mencionaba el nombre del país, dando muestra de la importancia que tiene este solemne momento para toda una nación.
Mi Himno Nacional es sagrado para mí, y entiendo que eso también le pasa a cada persona cuando entonan el suyo, por eso guardo silencio y muestro mi educación al respetar ese momento tan especial para otros. Siempre podemos dar el ejemplo y distinguirnos por nuestra dignidad.
Otro punto a resaltar es que nuestros alumnos deben aprender que el amor a la Patria se expresa en cada cosa que hacemos en nuestro día a día. Si somos honestos, si trabajamos con dedicación desde el puesto que tengamos, si somos solidarios y cuidamos nuestro patrimonio, estamos amando al Perú incluso más que cuando lo decimos o lo evidenciamos con carteles, banderines o afiches que dicen Te Amo Perú en internet.
Si digo que amo a mi país, no llego tarde a mis compromisos; si amo a mi país, cumplo con sus leyes y normas; si amo a mi país, no le hago trampa ni en la escuela, ni en la calle, ni en casa; si amo a mi país, no me aprovecho de la situación, ni soy desconsiderado con los demás. En todas esas cosas y en muchas otras más podemos profesar y demostrar nuestro amor por el Perú.
Por su parte, los padres en casa deben ayudarnos a completar estas tareas de amor a la Patria, dándoles a sus hijos ejemplos de cómo ser buenos ciudadanos, enseñarles el respeto y la solidaridad con las demás personas y un buen concepto de lo que significa querer a su país. Los padres no solo deben quedarse en la celebración y el entretenimiento que se practica en estos días de fiesta, la peruanidad es más que un comercial de algún producto comercial.
Los maestros peruanos que amamos y hacemos respetar a nuestro país, lo hacemos con las armas más sublimes, que son la educación y el progreso. Porque sabemos lo que significa querer al suelo que nos vio nacer somos comprensivos con las personas de otra nacionalidades, no alimentamos odios, ni incitamos a la violencia, enseñamos a nuestros niños a dejar en alto el nombre del Perú.
Excelente artículo de opinión, que me lleva a reflexionar y amar más al Perú como un país de todos, como parte del planeta Tierra al que hay que cuidar y preservar y en donde se deben cultivar valores supremos como el respeto, la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad, el amor y la paz con un mayor compromiso como maestra educadora de muchas generaciones que aspira la hermandad de todos las personas sin ninguna distinción.
Totalmente de acuerdo, otra tara que debemos superar es no envidiar y alegrarnos con sinceridad por el exito de otros.
Gracias por una buena reflexion.
Si yo digo amo a mi país…trabajo con ahínco, con respeto, cumplo sus normas,trabajo con dedicación y amor a lo que hago…porque en mis manos hay un puñado de Perú…porque formaremos hombres de bien…amantes del Perú, protectores de la Naturaleza y respetuosos de Dios… Esta es la idea de nosotros, los maestros…que nos entregamos de lleno a nuestra labor. Es muy importante la reflexión impartida por la licenciada Yvette Ubillús y comparto con ella sus pensamientos…Es nuestra responsabilidad asumida como maestros…es nuestro reto y nuestra esperanza enseñar a nuestros niños «a dejar en alto el nombre del Perú»
Lic. Ana M. Céspedes Núñez
Apreciada Maestra. Suscribo absolutamente los extremos de la reflexión necesaria y oportuna. La noto apasionada y motivada por la identidad cívica, por eso comparto esa afinidad. Pero con el mismo respeto y afecto, pienso, creo y siento desencantos con ciertas conductas provenientes de privilegios. Asignarse sueldos congresales perennes hasta la cesantía o las dotaciones de gasolinas, seguridad y servidumbre frente a la fibra magisterial y calor humano que Ud encarna en una misión casi evangélica, aunque no tuviera que ver nada con el amor a la Patria, es simplemente una injusticia que hiere con crueldad. Para fortalecer altivamente nuestra identidad nacional debemos tener una Constitución digna de mejor causa y cada día incorporar a nuestra praxis profesional docente, legítimos valores de convivencia adherida a nuestra misión educadora. Por mi Patria, cualquier imposible es una pequeñez.
Como maestros a nuestros alumnos se le debe enseñar la verdad sobre el amor a nuestra patria, que se acerca a cumplir 195 años de independencia política, más no económica ni social, seguimos siendo un país primario exportador de recursos naturales, sin valor agregado, nos quieren vender la idea de que somos del primer mundo, gran mentira.