¿Y quién fue José Gálvez Egúsquiza?
En el Cementerio Presbítero Maestro se encuentra el hermoso mausoleo que ilustra este post, donde reposan los restos del héroe máximo del Combate del 2 de Mayo, José Gálvez Egúsquiza, abogado y político cajamarquino que lideró a las huestes navales peruanas en la defensa del Callao, que este año cumple 150 años de ocurrida. Lamentablemente, la profunda ignorancia que hoy campea impune en nuestro país, combinada por diversos niveles de irresponsabilidad y abandono tanto de la sociedad civil como del estado, ha dejado las puertas abiertas para que el vandalismo y la delincuencia destruyan este monumento, a pesar de lo cual conserva su impactante apariencia. El monumento se desarrolla en dos partes: la cripta sepulcral subterránea y la capilla superior, a la cual se accede por una escalera frontal, mientras que la capilla de forma octogonal está bordeada por una balaustrada de mármol. En las columnas ubicadas en el umbral principal existían dos esculturas alegóricas, hoy desaparecidas. Actualmente, innumerables colegios, avenidas y parques de Lima y provincias llevan su nombre y en la galería de héroes civiles y peruanos ilustres su nombre siempre aparece como uno de los principales personajes que dieron forma a nuestra nación, a pesar de que la gran mayoría de personas no sepan quién fue. Por eso aprovechamos el 150 aniversario de esta gesta nacional para recordar su vida y la trascendencia que tuvo en los albores de nuestra república. José Gálvez Egúsquiza, quien también ejerció la docencia en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, fue abuelo de otro gran peruano, nacido en Tarma, el poeta José Gálvez Barrenechea.
José Gabriel Gálvez Egúsquiza (Cajamarca, 17 de marzo de 1819 – Callao, 2 de mayo de 1866) fue abogado, profesor y político liberal peruano. Gran orador, desde la tribuna parlamentaria abogó por reformas de cuño liberal, como la abolición de la esclavitud y del tributo indígena.
El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, que lo conoció personalmente, lo retrató así: «Gálvez era un hombre de modesta figura, pequeño de cuerpo, moreno, pálido, con una cabeza cuidadosamente peinada, esmerado en su traje y de modales en extremo suaves y atractivos. Pero bajo esa apariencia fría y dulce ocultaba un gran corazón y una inteligencia vasta y desarrollada».
En 1842, cuando ya tenía 22 años, se trasladó a Lima, matriculándose en el convictorio de San Carlos, cuyo rector era el famoso clérigo Bartolomé Herrera. Se graduó de bachiller en Sagrados Cánones en 1843 y se recibió de abogado en 1845. Durante cinco años ejerció su profesión en la zona de Cerro de Pasco y Tarma.
En 1850 volvió a Lima, y se incorporó al Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe como profesor de Filosofía Moral, Psicología, Lógica y Teodicea. En 1852 fue nombrado director del mismo en reemplazo de su hermano Pedro Gálvez e imprimió una acentuada tendencia liberal en los estudios, contrastando con la orientación conservadora seguida en el convictorio carolino.
Dejó la docencia para incorporarse a la revolución iniciada por el general Ramón Castilla, en Arequipa, y contribuyó a decidir la abolición del tributo de los indígenas y la emancipación de los esclavos (1854), por las cuales había abogado teóricamente en sus clases. Luego fue elegido diputado por la provincia de Jauja, pasando a integrar la Convención Nacional de 1855, convocada para dar una nueva Constitución, en reemplazo de la de 1839.
Viajó a París y luego a Ginebra. Retornó al Perú en 1862 y se consagró a la abogacía. Al año siguiente se doctoró en Jurisprudencia en la Universidad Mayor de San Marcos, con una tesis sobre el carácter autónomo de las instituciones científicas con respecto al Estado.
En 1865 fue elegido decano del Colegio de Abogados de Lima y desde esa investidura criticó la actitud pasiva del presidente Juan Antonio Pezet ante la agresión de la Escuadra Española del Pacífico, siendo por ello desterrado nuevamente a Chile. Retornó al Perú y se unió en Chincha a la revolución encabezada por el coronel Mariano Ignacio Prado, a quien solicitó que se le permitiera combatir. Fue aceptada su solicitud y se le otorgó el grado de coronel. Tras el triunfo de la revolución y la instauración de la dictadura de Prado, fue designado como secretario (ministro) de Guerra y Marina, integrando el famoso Gabinete de los Talentos, del que fue líder (1865).
Cuando en abril de 1866 se enteró del manifiesto efectuado desde la fragata capitana Numancia por el almirante Casto Méndez Núñez, comandante de la Escuadra Española, amenazando con bombardear el Callao en un plazo de cuatro días, Gálvez asumió la dirección de la defensa del puerto y construyó una serie de baterías, emplazadas al norte y sur, situando los endebles y escasos barcos de guerra al centro. En la defensa norte se ubicaba la torre de Junín, el fuerte de Ayacucho y el famoso cañón del pueblo; en las baterías del sur el fuerte de Santa Rosa, la torre de la Merced, que era giratoria y blindada y la batería Zepita que estaba frente a la Mar Brava.
El 2 de mayo de 1866, en las primeras horas del combate, uno de los cañones Blakely del fuerte de Santa Rosa se inutilizó. Lo lamentable fue que una bomba de la fragata española Almansa, penetró por una de las puertas y cayó en unos depósitos de pólvora, lo que se provocó una inmensa explosión que destruyó la torre de la Merced, donde se hallaba Gálvez, junto con algunos oficiales y soldados, muriendo todos heroicamente.
Al día siguiente el Gobierno dio un Decreto ordenando que en el Batallón de Artillería de Plaza se considere a Gálvez como «Primer Jefe». Y cuando se leyó su nombre en el acto de revista, el comandante contestó: «Muerto heroicamente en la Defensa de la Patria y en Honor de América».
Gálvez fue enterrado en un mausoleo en el Cementerio Presbítero Maestro.
José Gálvez Egúsquiza con razón puede ser considerado el más grande héroe civil del Perú, comparable en dimensión a Miguel Grau y a Francisco Bolognesi (marino y soldado, respectivamente). Jorge Guillermo Leguía lo llama “formidable orador y caudillo demócrata” y elogia así la obra que emprendieron Sebastián Lorente y los hermanos Pedro y José Gálvez Egúsquiza desde las aulas del Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe contraponiendo los ideales liberales de democracia e igualdad al conservadurismo de Bartolomé Herrera en el Convictorio de San Carlos.
Tras la inmolación de José Gálvez Egúsquiza en el combate del 2 de mayo de 1866, en 1874 se inauguró en el que fuera Óvalo de la Reina, frente a la portada del Callao de la antigua muralla de Lima, la columna de la victoria del combate del 2 de Mayo. Originalmente el diseño debía llevar el busto de Gálvez en su cúspide, pero luego se acordó reemplazarlo por la estatua de la Victoria, pues se consideró que el monumento debería tributar homenaje a todos los defensores del Callao y no solo a un individuo en particular.
Me parece despues de haber leido sobre este ilustre y patriota personaje que la historia fue escrita con el corazon y no con la cabeza.