¿Y quién fue San Martín de Porres?
Orgullo para todo el Perú y, en particular, para la comunidad afroperuana, San Martín de Porres es sinónimo de humildad, bondad y preocupación por el prójimo. Desde su consagración en el santoral católico, se ha convertido en una poderosa imagen que irradia paz y esperanza para los más necesitados. Además, la clásica figura de San Martín uniendo en torno de un mismo plato de comida a tres animales en esencia opuestos (perro, pericote y gato) se ha convertido en símbolo inmediato de tolerancia e influencia para resolver conflictos y superar diferencias. Más allá de la creencia general que lo considera el único fraile negro de la era colonial, o de investigaciones como la del ensayista puneño Emilio Romero, que en 1959 publicara el libro El santo de la escoba, donde derriba esta historia, lo innegable es que San Martín de Porres (Martín Porres Velásquez es su nombre de pila) permanece en el corazón de todo creyente porque representa aquello que cada vez desaparece más en nuestra sociedad: la sencillez y el don de la humildad. La imagen que ilustra esta nota es la pintura titulada Glorificación de San Martín de Porras del artista italiano Fausto Conti encargada por el papa Juan XXIII para la canonización en San Pedro de Roma. Se encuentra actualmente en la basílica del Santísimo Rosario, en el convento de Santo Domingo de Lima, Perú.
San Martín de Porres o el Santo de la escoba como también es conocido este fraile peruano, es el primer santo de origen africano de América. San Martín de Porres nació el 9 de diciembre de 1579 en la ciudad de Lima, capital del virreinato del Perú colonial. Martín de Porres fue hijo de Juan Porres, un español de la orden de Alcántara (una de las cuatro grandes órdenes militares españolas creada en el año de 1154 en el entonces Reino de León) y de una mujer panameña, Ana Velázquez, de origen africano, que había obtenido su libertad y que vivía en ese entonces en el Perú.
Su madre educó a Martín de Porres y a su hermana, dos años menor que él, en un profundo fervor religioso. Su padre no había querido reconocer a sus hijos en un principio porque el matrimonio con una mujer de su condición social no hubiera sido bien visto por la sociedad de ese entonces. El progenitor de Martín, que después de algún tiempo fue destacado a la ciudad de Guayaquil, Ecuador, decidió finalmente reconocer a sus hijos ante la ley al advertir las vicisitudes económicas por las que la familia pasaba.
Cuando contaba con 15 años de edad, Martín de Porres ingresó al convento de Santo Domingo de Guzmán. En un inicio, fue admitido en el convento solo para prestar servicios a la sociedad porque las personas de origen africano no gozaban de confianza en la sociedad de ese entonces. Finalmente en 1603, fue aceptado como hermano de la orden, desde este momento el santo de la escoba se dedicó a ayudar a todo aquel que lo necesitara y requiriera. Martín de Porres destacó por su abnegada labor y entrega para socorrer a los enfermos y los más necesitados, además profesó un inmenso amor hacia los animales.
San Martín de Porres fue un vehemente defensor de la causa de los desvalidos, es así que en su afán de ayuda y cooperación y con la ayuda económica de algunos ricos de la ciudad, funda el asilo de Santa Cruz para proteger a los huérfanos, limosneros y menesterosos. Tanta era la entrega de Martín de Porres a la causa de los pobres que los demás frailes del convento, no estaban de acuerdo cuando Martín acogía a enfermos ofreciéndoles incluso su propia cama cuando era necesario. Martín de Porres fue vegetariano y llevó una dieta frugal y moderada, no dormía más de cuatro horas diarias y lo hacía casi siempre por las tardes.
La fama de San Martín de Porres como hombre piadoso y de alma generosa, fue en aumento a cada obra de caridad que realizaba. Él intentó mantener siempre un perfil bajo, pero cada vez eran más las personas e incluso las familias enteras que buscaban al Santo de la escoba en sus horas más sombrías. Los visitantes de Martín de Porres provenían de todos los estratos sociales y entre estos se encontraban altos dignatarios de la Iglesia y del gobierno, gente de medios económicos elevados y también los más pobres.
Se le atribuyen muchos y diversos milagros a Martín de Porres, pero sin lugar a dudas entre los más destacados se encuentran el don de la bilocación que consiste en poseer la particularidad de encontrarse en dos lugares a la vez. Así, sin salir de Lima, San Martín de Porres fue visto en México, África, China, y Japón, país que el santo decía conocer.
A San Martín de Porres, se le atribuye también la capacidad de entrar y salir de recintos cerrados sin tener las llaves de los mismos mientras cumplía con sus labores de ayuda y cooperación con los pobres y enfermos. Es inexplicable de igual forma, cómo el santo peruano era capaz de hacer comer de un mismo plato a perro, ratón y gato, animales que en circunstancias normales se comportan como enemigos.
La videncia fue otro de los dones milagrosos que se le atribuyen al santo de la escoba porque en muchas oportunidades, se supo que llevó alimentos y medicinas a enfermos y menesterosos que no habían manifestado sus necesidades a absolutamente nadie. Martín de Porres entraba en un éxtasis religioso impresionante porque según testigos de la época, cuando oraba era capaz de levitar.
El 3 de noviembre de 1639, falleció San Martín de Porres a la edad de 60 años en la misma ciudad en la que nació. Todas las clases sociales se despidieron de él en un entierro que fue multitudinario. En 1837, San Martín de Porres fue beatificado por el Papa Gregorio XVI. El Papa Juan XXIII, canonizó al fraile peruano en la ciudad del Vaticano el 6 de mayo de 1962 y lo nombró Santo Patrono de la Justicia Social. El 3 de noviembre se celebra su festividad, día en que se llevan a cabo varias fiestas patronales en su nombre y sale una procesión con su imagen.
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